El mundo de Macondo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eliecer Avendaño Restrepo

Eliecer Avendaño Restrepo

Columna: Nueva Misión y Visión

e-mail: eliecerjoavre@hotmail.com



La gran carrera expectante de todos los géneros, para llegar a las fronteras del país encantado de Macondo y recibir la herencia de Gabo, colocada en infinitos ganchos adornados con flores amarillas, guirnaldas doradas y rojas con el propósito de recibir su influencia y las enseñanzas que los capacite para reescribir la historia, o rescatarla del abismal y oscuro foso donde la escondieron las malsanas intensiones del poder para que el común creyera que existen héroes entre la miseria y el mal vivir. Fueron llegando poco a poco e iniciaron una jornada creativa, creando la solidez espacial y temporal de un mundo vivencial formado por los ideales de soñadores que construyen la nación de seres alados de sueños rosados que viajan por avenidas azules formadas por el viento y viven en claveles grandiosos alumbrados por el sol de la imaginación. Esa instancia y tendencia en la búsqueda de que los efluvios macondianos retoñen en los campos fértiles de las mentes de jóvenes y adultos que pretenden vivir en la nueva realidad, que dio vida la matriz de Macondo, que abrió su útero para depositar la esencia de un mundo de pensar libre y sin atavismos. Ellos guiados por las ondas de lo incierto y la multiplicidad ideal, llevan su intencionalidad a solidificar los límites de una nueva tierra donde en el ahora solo habita un gigante cuyo cuerpo está formado por novelas, cuentos y artículos periodísticos.
Mientras paso a paso se construye el camino para llegar al nuevo país, es necesario continuar en el mundo denso de realidades oscuras y formada por los violentos que tienen el temor de que los ideales de los humanistas se hagan realidad y quede al descubierto sus oscuros propósitos haciendo todo lo posible por confrontar a quienes defienden la paz y eliminar a quienes piensan diferente. De alguna forma es importante recordar la despedida de todos los 17 de cada mes, que se convirtió en el código mántrico, fecha del nacimiento para la eternidad de quien recorrió el mundo en la góndola encantada de la literatura tirada por dos corceles, el pensar libre y el bien del procomún y es el tiempo dispuesto cuando el realismo mágico abre sus puertas para que mentes dispuestas a sacrificar su confortable quietud social se asomen y vean la luz que fulgurante esparce el radiante centro de Macondo, donde está sentado su creador.
Nuevamente podemos decir que este no es un reconocimiento grandioso ni sencillo, no es una alabanza a quien está más allá del podio de los ilustres. No son los tambores de la gloria que tocan la marcha de celebración del triunfo. No son los cantos alegres que arrullan los sentimientos que arropan nuestras palabras. No es una despedida asombrosa llena de luz y tristeza. No es el olvido solido que se construye paso a paso alejando lo incierto de la realidad y de lo fantástico.
Este acto es el amor manifiesto, tangible, lleno de agradecimiento que expresamos en liricos pensamientos coloreados. Este acto significa la armonía blanca, esplendorosa, que tiñe el caminar histórico de aquel que voló en la esperanza alada, donde solo montan los caballeros de la mesa de los genios, en su afanosa búsqueda de la verdad. Estas expresiones esculpen en materia del astral al hombre, que hubo de crear un mundo nuevo, para extasiarse en la justicia y la equidad. Aquel que se sumergió en ese universo lleno de mariposas y flores amarillas, de las Remedios, las Úrsula, los Babilonias, las Eréndira, de Arcadios Buendía y de tantos seres que hoy tienen vida propia y celebran que su pluma se embriagara, trayendo del pasado el realismo que oculto se esconde en las páginas de nuestra verdadera historia.
Gabo, no es un muerto más del país, no es un epitafio escrito con letras doradas que nadie lee, no es un cenotafio sin nombre en el mausoleo del insondable tiempo, es el icono simbólico que representa una nueva esperanza de libertad ideológica que siempre estará en el pasado, el presente y el futuro del corazón de Colombia, de América y del mundo. Es una realidad impositiva que llama constantemente a quienes por valor moral responden por el humanismo de este mundo, aunque aquellos que atrapan las conciencias intenten acallarlos.
El mejor homenaje a su presencia viva en la memoria colectiva es conservar su entereza de carácter, su voluntad férrea y su lucha por una Paz real producto de los sueños unidos de todos los colombianos, que responda al total abandono de una violencia que ha empañado la democracia y la libertad, siempre alimentada por la lucha del poder sobre la tierra, que representa la eliminación de quienes la cultivan y la producen.
Gabriel José de la Concordia García Márquez, vive para siempre en sus obras y que ellas sean los cimientos de una nueva sociedad universal de hermandad humana y convivencia ciudadana en nuestro país, para que el fantasma de la paz asesinado diez veces en años anteriores, ahora reencarne y camine por todos los caminos y calles de Colombia con su traje de raso blanco, acompañada de las orquídeas y las palomas que representan la concordia y la armonía de un mismo consenso en la búsqueda del máximo ideal: Equidad para todos y oportunidades en igualdad de condiciones: Gabo ¡Presente!