La ideología moral contra los poderes

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



Alain Touraine, sociólogo francés, en su libro Igualdad y Diversidad (Ed. FCE, 1998) polemiza sobre el futuro de las sociedades, nos manifiesta que en estos nuevos periodos en los preludios del presente siglo pareciera que estuviéramos haciendo peticiones y votos con especial énfasis por la diversidad y la pluralidad como principal meta o propósito en cada una de nuestras sociedades; los desplazamientos, alejamientos, las preferencias de vida, las migraciones, renacimientos de las culturas desaparecidas y nuevos modelos de supervivencia, van acentuando las diferencias, las contradicciones e incompatibilidades sobre las que debe apoyarse y posarse la democracia. Varios sociólogos europeos de manera intencional han deliberado y cuestionan suficientemente el pergamino original de algunos principios universales y recalcan e insisten, como igualmente acentúan de manera especial la tarea de lo individual y de lo colectivo para constituir a cada sujeto en el actor de su propio destino y también querellan sobre el futuro de las sociedades en estos tiempos de innovaciones y amenazantes aristas.
Por lo visto hasta ahora, cada día estamos coexistiendo y simpatizando únicamente con las expectativas de la política de la esperanza, de la ilusión, a veces de la ofuscación y del delirio. Este es el motivo por el cual se puede hablar de una democracia sin anhelos, lo que no significa sin expectativas. Tan cierto es esto que muchos somos inducidos y promovidos a juzgar el estado de la democracia en una sociedad por la escala o grado de las opciones que ofrece la diversidad y complejidad de las soluciones que propone. ¿No corremos el riesgo acaso de vivir en nuestra sociedad como simples espectadores tolerantes, curiosos, con frecuencia simpáticos, frente a una gran diversidad de culturas y formas de organización social pero sin comunicarnos con ellas? Lo esencial es reconocer que el oficio o la función política es lo que la vuelve democrática, es lo que hace posible el diálogo entre culturas.
Hoy en día, expresa Alain Touraine, que el individuo busca ser el sujeto de su propia existencia, para hacer de su propia vida una historia singular. En su vida concreta, el ser humano con su interés social, su patrimonio cultural, su personalidad individual, busca ser diferente a los demás, los unos de los otros...ya no somos iguales porque somos criaturas de Dios...ni menos aún porque estamos todos dotados de razón. Es en el extremo opuesto de todo principio universal que se debe buscar un principio de igualdad, en la voluntad y el esfuerzo de cada uno por ser diferente a todos los demás, por crearse una vida particular. La eliminación de cualquier contenido concreto de la categoría hombre, de toda definición universal del ser humano, debe ser completa. La fase final y la más importante de tal eliminación es aquella que reconoce que no existe ningún hombre, que solo existen hombres y mujeres...Solo así los términos igualdad y diferencia se vuelven complementarios e inescindibles. Somos iguales entre nosotros sólo porque somos diferentes los unos de los otros.
Las clases superiores o las élites dirigentes ya no pueden identificarse con Dios, con la razón o con la historia. La organización social ha dejado de ser vertical y la reivindicación principal ya no es la toma del poder, sino el reconocimiento de la identidad o, más exactamente, de la libertad de cada sujeto de conjugar identidad cultual y acción estratégica... los mismos actores sociales pueden reivindicar, al mismo tiempo, igualdad de oportunidades y respeto de la diversidad psicológica y cultural. La historia social de los países democráticos, después de un siglo, puede ser propuesta como recomposición del mundo: Lo próximo, lo personal, lo afectivo, lo erótico, lo imaginario, rescatados del mundo inferior de las pasiones e ímpetus y de las tradiciones, reaparecen...para acrecentar sin pausa la diversidad y la complejidad de nuestra experiencia y de nuestros modelos de sociedad y de cultura.
En su libro Igualdad y Diversidad, concluye Alain Touraine, que hoy ya no son las tradiciones y las creencias los principales enemigos de las democracia sino, por un lado, la ideología comunitaria integracionista, sea nacionalista, de fundamento étnico o teocrática, que usa la innovación, la novedad y la modernidad como instrumento al servicio de su propio poder, y por el otro, la confianza en unos servicios de mercados abiertos en el cual se fusionan y mezclan todas las identidades culturales. Las ideologías democráticas ya no son sibilinas, ni intuitivas, ni más proféticas ahora reaparece y se aproxima a la ideología moral, porque defiende la libertad, la independencia contra todos los poderes y dominios, ya sean financieros, económicos, políticos o culturales y sociales.