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Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Revisando algunas publicaciones no muy viejas ni caducas, me encuentro mucha información positiva, útil, interesante y valiosa, que merece difundirse. Por ejemplo, una columna de Manuel Drezner referente a las fábricas de pianos de Bogotá en el siglo XIX, de Apolinar Cortéz y Diego Gordon, cuando en Hamburgo solo había una (Steinway), mientras Berlín y Londres, epicentros culturales, tenían dos como nuestra capital. Hace dos semanas, la Selección Colombia de Fútbol se reportó con una magnífica actuación en el campeonato mundial de Brasil. "Súper" James ganó la Bota de Oro, Cuadrado hizo el mayor número de asistencias a gol, la Selección obtuvo el trofeo de Juego Limpio y, aun cuando Messi fue galardonado con el Balón de Oro, el planeta entero reclamó ese galardón para James. Entre tanto, otros deportistas nacionales lograban resonantes triunfos en los torneos de la élite mundial: Catherine Ibargüen se llevó, con récord, el triunfo en salto triple de la Liga Diamante. Se recordaban las gestas de Nayro Quintana, Rigoberto Urán y Julián Arredondo en la Vuelta a Italia, y de otros ciclistas nacionales en otras pruebas europeas por etapas. El levantamiento de pesas dejó una cosecha de medallas en el Campeonato Mundial Juvenil de Kazán (Rusia) colgadas en el cuello de Yenny Álvarez, Natalia Llamosa, Diego Betancur, Darly Sánchez, José Gabino Mesa…
El pasado 20 de Julio, El Espectador publicó una separata de hechos y personas de Colombia que merecen el mayor reconocimiento: además de los deportistas, Colombia derrocha científicos como Ana María Rey y Ana Joaquina Jiménez, o productores de cine como Simón Mesa, Palma de Oro en Cannes por su cortometraje "Leidy". La investigadora Ana Mercedes Hoyos, con su archivo Palenque Files, recoge la memoria histórica del primer pueblo libre de América. Julián Pereira, exadicto a las drogas, hoy ayuda a niños maltratados de Soacha, o el empresario Arturo Calle y su silente altruismo, de quien alguna vez nos ocupamos en ésta columna.
Hay organizaciones que se proponen salvar de la extinción al cóndor de Los Andes; un canal universitario de televisión (Zoom) trabaja por resaltar nuestra identidad nacional; la Fundación Servicio Jurídico Popular ayuda a los más necesitados a acceder a la justicia: Misión País Colombia, el programa "Pisotón, de la Universidad del Norte, de promoción y prevención en salud infantil; nuestro querido Museo Nacional, guardián de la memoria histórica colombiana; la televisión y sus astros durante seis décadas. Las ciclovías implementadas en Bogotá desde 1974, hoy copiadas en otras latitudes. Es tanto lo que hay por destacar que, muchas veces, nos preguntamos por qué los medios masivos se solazan en la violencia, la bajeza, lo intrascendente, cursi, banal, etc. En pocas palabras, por qué el morbo vende, ocupa las primeras páginas, y lo verdaderamente valioso perece en el anonimato. Durante el pasado Mundial, mientras la Selección deleitaba al planeta con su exquisito fútbol, en las redes sociales eran virales los memes o videos con personajes abominables como Hitler o Pablo Escobar. El popular Papa Francisco pasó a un segundo plano.
El morbo fascina a la humanidad desde las épocas pretéritas: el Coliseo Romano, las piras de la Edad Media, las ejecuciones de la Revolución Francesa, las quemas de las brujas de Salem (Estados Unidos), los fusilamientos en nuestra independencia o los escandalosos hechos delincuenciales en cualquier parte. El posible derribamiento del avión de Malasya Airlines, la crueldad del ejército israelí en la Franja de Gaza, las desatinadas declaraciones de los jefes de las Farc y sus actos terroristas generan grandes audiencias y opacan por completo los esfuerzos de quienes pretenden calmar la violencia o destacar personas e instituciones positivas y verdaderamente valiosas. El grave problema que se deriva es el fenómeno de imitación que despierta en los jóvenes cuando son bombardeados con esas noticias a través de los medios masivos de comunicación. La actual sociedad estimula, sin duda, el deleite con la crueldad y la violencia, nada distinto del primitivismo que decimos superado con la mal llamada civilización: nada ha cambiado. Las narconovelas y las prepago superan al humor y la historia; lo baladí a lo intelectual, y la violencia a la cultura. El médico siquiatra y forense argentino Mariano Castex, profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires, afirma que el asunto alcanzó niveles preocupantes, y advierte: "La repercusión de estos delitos en los medios, y por lo tanto en la sociedad, es un tema psicosociológico a estudiar. No tenemos ni idea del daño que causa esto. El consumo de noticias policiales causa habituación e insensibilidad".
Es hora de replantearnos qué clase de sociedad queremos: si aquella de la violencia, el morbo y la banalidad, o una donde la paz, la decencia, la cultura, la sensibilidad social o el deporte acaparen la atención de la gente. Mucha atención, señores de los medios masivos, a las palabras del Doctor Castex.



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