El bazar de los idiotas

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



¿Si un médico tuviera frente a si un paciente desangrándose a borbotones y en peligro de muerte, creen ustedes que haría de un uñero la primera prioridad? Sería bueno preguntarles lo mismo al senador Galán y al partido liberal con su proyecto de legalizar el consumo de marihuana con propósitos terapéuticos y otro tanto al Centro Democrático con su proyecto de voto obligatorio.
Con problemas tan graves y tan fundamentales como los que tiene Colombia, este tipo de proyectos no deberían estar en la agenda de nadie, máxime porque son distracciones innecesarias que tocan fibras sensibles de nuestra sociedad.
Tomemos el de Galán. Es chocante querer copiar lo que sucede en otros países sin considerar el contexto colombiano. En un país en donde los niños se mueren en La Guajira de desnutrición -entre otras tragedias diarias-, en donde el sistema de salud está en crisis desde hace años y en donde a diferencia de los países que Galán tomó como referentes, somos mayormente productores de sicotrópicos y no consumidores netos, ¿hay derecho a que la mayor preocupación de Galán sea legalizar la marihuana con fines terapéuticos porque calma el dolor? Parece que Galán no sabe en qué país vive.
Por ser Colombia un país productor, en cualquier esquina se consigue la droga que Galán quiera con los fines que quiera, terapéuticos o no. En Colombia nunca ha sido problema el acceso a un cacho de marihuana; tenemos un número importante y creciente de ciudadanos que han desarrollado su personalidad libremente a punta de marihuanita. En el país de la ley se acata pero no se cumple, la penalización de la droga es letra muerta. Señores del partido liberal, sean serios y no hagan perder el tiempo al país.
Va lo mismo para el Centro Democrático. ¿Les parece que el voto obligatorio, que no sería aprobado en ningún caso, es una prioridad? Y si es así, que lo sustenten para conocer cuál es su línea de pensamiento. Si el voto obligatorio fuera una buena idea, ¿por qué la mayoría de las democracias verdaderas del mundo no lo han adoptado? Porque es una pésima idea. El problema de la participación ciudadana es mucho más complejo y no se arregla obligando a los ciudadanos a votar por las malas. Lo primero es preguntarse por qué los ciudadanos no votan. Una de las razones de más peso es la falta de credibilidad en el sistema y en quienes nos gobiernan, acompañada de la creencia de que nada va a cambiar sin importar quien gane. Al ciudadano, con hechos, hay que convencerlo de lo contrario; es decir, que las cosas pueden cambiar.
Lo que propone el Centro Democrático es algo parecido a un cantante pésimo que no es capaz de llenar un estadio, y entonces sus jefes deciden por las malas obligar a la gente a ir al estadio. Lo que propone el Centro Democrático no solo atenta contra la esencia de la libertad sino que desestimula el cambio.
El cantante sabe que cante bien o cante mal, el estadio va a estar lleno. Lo lógico sería o que el cantante mejorara para que el público sienta deseos de ir a escucharlo, o simplemente cambiar el cantante y traer uno que tenga todas las condiciones para ser un ídolo de multitudes. Me opongo tajantemente al voto obligatorio y le propongo al Centro Democrático que más bien nos embarquemos en una reforma política de gran envergadura que logre una democracia más participativa cimentada en una institucionalidad fuerte y creíble. La obligatoriedad por la que aboga el Centro Democrático preocupa porque muestra una fuerte y marcada tendencia a apelar a soluciones de fuerza para todas las situaciones. A Santos le escuché varias ideas interesantes durante la instalación del Congreso y que apuntan a la necesidad de una gran reforma política e institucional. Este es el camino, solo que esta vez tenemos que hacerla bien.
La mayoría de los colombianos tenemos ya una opinión suficientemente mala del Congreso, como para querer convertirlo ahora en un bazar de idiotas con proyectos como los mencionados. ¡Cotudos y con paperas!



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