Adiós a la consentida

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



Durante los últimos 4 años alrededor de 5 mil deportistas de más de 150 países, se dieron cita en los estadios del planeta con la esperanza de comprar un tiquete para Brasil 2014. Muchos lo intentaron, pero lamentablemente solo unos pocos lo lograron.
El afán de gloria, los sueños de grandeza y el deseo inconmensurable de dejar una huella imborrable en la historia, motivó una lucha emotiva al interior de los frágiles corazones que dejó, además del éxito alcanzado, frustraciones que jamás podrán ser olvidadas.
El sacrificio, el trabajo duro y el esfuerzo ilimitado se apropiaron de las almas invencibles que no admiten la derrota. Mientras el ilustre monarca de la esfericidad plena se paseaba majestuoso en medio de las verdes florestas colmadas de aficionados, seguro de ser el amo y señor indiscutible de un reino mágico que se encuentra más allá de la gloriosa tierra de la ilusión.
El balón rodó y rodó triunfante durante 30 días, quizá más. Las manos se quebraron y los pies padecieron sin cesar ante la adversidad inclemente que se percibe impaciente, incluso hasta después de cruzar la línea de meta.
Los ojos gritaron alborozados y emocionados por doquier. Los labios enrojecieron infinitamente con lágrimas de dolor o felicidad, y la vida honorable que nació por un momento en aquel universo empantanado creció y desapareció a la vista de todos desprovista de humanidad y respeto, porque el futbol ya no es respeto ni humanidad.
Regresaron los héroes del presente cargados de ansiedad y desengaño. Cargados de esperanzas, sueños y fantasías, y emocionados por encontrar una salida memorable que les aleje del infierno gris que domina el mundo tortuoso en el que viven.
Regresaron es cierto -muchos sin mayor recompensa-, solo el honor de haber combatido valientemente con la coraza insignificante que cubría sus pies, aunque muy pocos en realidad, hayan querido regresar al paisaje empedrado que sostiene sus extremidades maltratadas.
El mundo festejó, también se resintió y murmuró. Murmuró por ti, por mí, por los gladiadores, por el deporte, la gloria, la esperanza, la fortuna o simplemente por placer.
El mundo murmuró porque sí, porque no. Porque no fue gol, porque lo fue, o porque deseo que lo fuera. El mundo inconsciente y malicioso murmuró más de la cuenta, porque el deporte es pasión, es justicia ciega y tardía, es clamor, es religión, y hasta fanatismo o locura es.
El mundo murmuró porque no puede hacer otra cosa, sino murmurar. Aun en los casos en que la realidad se concibe claramente, el mundo murmura inconsciente, porque tú y yo murmuramos ante el afán de preservar una supuesta religión que está más allá de lo divino o lo sagrado.
El balón asumió un rol protagónico que nunca querrá dejar de desempeñar en la gran maraña de supersticiones que nos llevan a erigir dioses donde no los hay. Y como supersticiosos, inconscientes o simplemente ignorantes, seguramente abrazaremos otra religión incoherente que motivará al género humano a aniquilarse irracionalmente.
Infortunadamente estamos para eso: para erigir dioses donde no los hay, asumir ritos innecesarios, y para promover estúpidamente religiones que nos conducen inevitablemente a la fatalidad.
Además de felicidad, alegría y festejos, el mundial, el fútbol y el balón trajo consigo mismo desconcierto, resentimiento, rencores, violencia, destrucción y desconsuelo. Lo que una vez motivaba esperanzas, hoy se ha convertido en fanatismo. Y como en toda religión, los que profesan la fiebre del fútbol creen siempre tener la razón.
La verdad es que en ese mundo irracional creado por el mercadeo y la televisión, nosotros, los de la base de la pirámide, seremos quienes tendremos que ofrecer sacrificios abundantes para alimentar el hambre insaciable de los sumos sacerdotes de la FIFA y las federaciones nacionales de fútbol, porque sin duda, igual que siempre, toda religión desborda en fanatismo para asegurar la supremacía de la clase gobernante.
Debemos conformarnos con decir adiós y pronto regreso a la consentida, aunque el planeta como siempre será un mal lugar para vivir por causa del fanatismo indecente que genera destrucción.
Lo que pudo haber sido no fue, y lo que fue más allá de la realidad, convirtió al fútbol en un ente manipulado por el mundo trastocado y enfermo del pensamiento humano. En fin lo que pudo ser no fue, aunque todos deseamos un día que fuera. Que fuera, así fuese no más una vez.