El alma de nuestros pueblos es la educación y la cultura

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



En estos períodos de múltiples expectativas, esperanzas y acuerdos tan anunciados para contrarrestar los inmensos problemas por los que atraviesa la sociedad colombiana, la imperante delincuencia, la hasta ahora indetenible corrupción, el narcotráfico, el terrorismo, la subversión armada, la falta de empleo, salarios indignos, alzas por todas partes y enormes debilidades, como la ausencia total de inversiones públicas y a favor de la cultura, en la prestación de los servicios a la salud, también los altos niveles a la que han llegado los enfrentamientos políticos en los poderes del Estado y tantas cosas que diariamente se palpan en las calles y carreras de nuestras ciudades colombianas.
La falta de dinero, la gran escasez económica para facilitar créditos o empréstitos por parte de la banca nacional, los gravísimos problemas que han generado un comercio informal, muchas veces desmedido, los altos costos de los inmuebles ya sea por la valorización, ya sea por el incremento de los costos de la construcción o por la ausencia de inversiones en la construcción, ocasionando irreparables daños a los arquitectos, ingenieros, como a esa extensa comunidad de trabajadores de la construcción que históricamente se lucran de estas convenientes actividades que evidencian el desarrollo de los pueblos.
Estas circunstancias obligan a todos, a analizar, que es lo que está pasando realmente y a ciencia cierta en el país. Es muy probable, tal vez un imperativo impostergable, saber, en que ha podido incidir la educación y la cultura de los colombianos en estos aspectos. Porque sin educación y sin cultura, no hay ni habrá libertad, ni tampoco desarrollo posible.
La educación es ante todo un derecho humano incuestionable y los Estados cualquiera que sea, mediante los gobiernos tienen la responsabilidad ineludible de hacerlo efectivo. El fortalecimiento de la escuela pública especialmente en el Caribe colombiano, es la vía más expedita para garantizar nuestras libertades y nuestro desarrollo, la equidad con calidad, de los servicios educativos constituyen, sin lugar a dudas, un elemento clave en la batalla contra la pobreza y la democracia.
En la perspectiva de un Estado digno, de seguro que se estaría pensando en cómo remediar esta escasez de igualdades sociales y económicas existentes y también cómo garantizarle a cada ciudadano, trabajo, comida, vestido, transporte, salud y educación. En la Colombia de hoy en día, existen muchas caras amargas por todo lo que nos sucede, aun cuando algunos consideran que el dinero no lo es todo en la vida, y no hace la felicidad, hay mucha gente triste sin dinero y con cantidades de problemas por resolver económicamente.
Hace veinte siglos atrás, los griegos y los romanos tenían mucha fama, eran los mejores guerreros del mundo, eran las mayores y mejores potencias imperialistas y expansionistas del mundo, poseían las mejores armas e instrumentos de guerra, carruajes de combates, pero todo ese enorme potencial ante los demás pueblos del mundo, no avanzaron tanto hasta nuestros días, como si avanzaron sus aportes a la cultura y la educación.
Y que aun, mantienen plena actualidad, todavía guían a Europa desde hace dos milenios atrás, gústele o no a otras sociedades del Viejo Continente. Nuestro maltratado idioma, la arquitectura, el teatro, el arte, la filosofía, la religión, los sistemas de gobierno, la democracia, sin lugar a dudas, en muchos aspectos y tesis provienen de aquellas ideas geniales, que ni el paso del tiempo ha logrado marchitar, ni mucho menos desaparecer.
Desde hace 500 años el Renacimiento retempló el espíritu creativo de la humanidad. Fueron colosales momentos de la historia, sin embargo hoy, después de tantos años, aun evidenciamos esa suave y fresca brisa que renueva el aire del conocimiento que algunos injustamente quieren dañar o enviciar. La educación y la cultura siguen siendo, sin lugar a dudas, el alimento principal del alma de nuestros pueblos.