Despertémonos lentamente

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



Cuando nuestra Selección fue derrotada en el juego contra Brasil, las lágrimas de James y de Pékerman nos llegaron al alma; obvió, por el dolor de la pérdida porque todos los miembros de nuestro equipo lo dieron todo, pero más que esto, porque mostraron ser un tipo de personas que jamás se había visto en Colombia entre aquellos con mucho protagonismo.

Muchos esperábamos de ellos una pulla o palabras de rabia por la evidente parcialidad del árbitro; pero no, estos dos hombres mostraron su calibre, y sin pena aceptaron su dolor por no haber alcanzado la meta soñada. Contrario a lo que hacen muchos líderes de este país, en sus palabras no hubo triunfalismos ni le echaron la culpa de la derrota a los demás. Todo un equipo y un país representado en las palabras de dos hombres humildes y sensibles, que nos llenaron de orgullo y entereza.
Este, su último juego en el Mundial, estuvo lleno de emociones y para todos fue evidente que nuestra Selección había asumido el compromiso de dejar en alto el nombre de Colombia, y lo consiguieron no obstante no haber logrado derrotar a Brasil. Todos los partidos donde ganaron, pero especialmente este último que nos los trajo de regreso, deben analizarse porque lograron lo que se creía imposible en este país, que sufría de depresión generalizada.
Por un lado Pékerman, un director serio, responsable y exigente; pero -y este pero es importante, abiertamente afectuoso con sus muchachos, no solo los entrenó sino que los orientó, los formó, los estimuló hasta convertirlos en estos deportistas que hoy el mundo entero reconoce. Y por otro lado los hombres de nuestra Selección, la gran mayoría muy joven, son hoy la prueba irrebatible de que nuestra juventud es mucho mejor de lo que se esperaba. Todos hombres dedicados a su deporte, sanos, enamorados de sus familias, sensibles y muy, pero muy colombianos. Gracias a ellos, quedan lejos aquellos tiempos cuando fútbol y drogas eran una combinación perversa que solo ofrecía mal ejemplo, vergüenza y fracasos.
Pero sin duda, su mayor proeza estuvo en lograr lo que hace unas semanas -después de elecciones- parecía imposible: sacaron a Colombia de sus profundas divisiones y la unieron alrededor de un proyecto común: respaldar a nuestro equipo en su camino por el Mundial. Por primera vez y sin distingo de clases, de género, de color, o de credo, esta sociedad colombiana tan polarizada en la política se volvió una sola para apoyar a nuestros muchachos; a ese equipo que puso a soñar a Colombia.
La conclusión obvia es que Colombia si puede tener un Proyecto Común, puede vibrar alrededor de un propósito, y olvidar rencillas y diferencias. Esta es la gran lección que la Selección le deja al país, y es el gran reto para que todos los dirigentes lo asuman como su meta. Es en sus manos donde ahora queda lograr esa misma unidad para hacer de Colombia una sociedad solidaria y justa, un país amable y fortalecido. Nuestra Selección abrió la puerta, pero el gran compromiso es de quienes de una manera u otra juegan un papel crucial en Colombia, empezando por el recién reelegido Presidente Santos. Es su deber no dejar pasar este momento de unión y lograr que por fin salgamos de la absurda polarización que nos ha caracterizado y que se profundizó durante la última campaña presidencial. Es su deber lograr que los colombianos podamos seguir soñando y que la euforia que sentimos hoy por nuestros muchachos, se sienta por nuestro progreso todos los días y en todos los rincones de esta nación que tanto se lo merece.
Hay muchas más lecciones que nuestra Selección le deja a esta Colombia tan llena de heridas y de odios, y por cada una ellas es que el país entero los recibió como héroes, ¡nuestros héroes! Gracias por darnos un gran respiro y por inyectarnos la alegría y la esperanza que Colombia necesita. #GraciasMiSeleccion #COL



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