Los discursos de Gettysburg

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Escrito por:

Francisco Galvis Ramos

Francisco Galvis Ramos

Columna: Contrapunto

e-mail: contrapunto@une.net.co



Gettysburg es una localidad de los Estados Unidos de Norteamérica, Estado de Pensilvania. El 19 de noviembre de 1863 se pronunciaron allí varios discursos inaugurales del Cementerio Nacional de los Soldados, cuatro meses después de la Batalla allí sucedida en la Guerra Civil de esa nación.
Entre las soflamas hubo una muy larga de 13.609 palabras y dos horas de duración a cargo del académico, diplomático y gran orador Edward Everett. En contraste, el presidente Abraham Lincoln pronunció un breve texto de tres minutos de duración, solo diez oraciones y algo así como trescientas palabras.
El mensaje de Lincoln pasó a la historia y me parece oportuno, para los tiempos que vivimos, citarlo aquí en su integridad para reflexión de gobernantes, legisladores, dirigentes, tan ignorantes u olvidadizos, y de nosotros los ciudadanos:
"Hace ochenta y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada en el principio de que todas las personas son creadas iguales.
Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como lugar de último descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.
Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí ya lo han consagrado, muy por encima de lo que nuestras pobres facultades podrían añadir o restar. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí digamos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, quienes debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que los que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron la última medida colmada de celo. Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.".
De verás iluminante, preciso, maravilloso, sin parangón. Aseguro que no se lo ha leído Juan Manuel Santos, tampoco Germán Vargas Lleras. Ni noticia tendrán César Gaviria y su hijo que no lee. Además interroguen a Cristo y se quedará mirando bustos. En fin, Roy y Benedetti, menos aún. Estamos gobernados y legislados por solo ambiciosos, analfabetas funcionales.
Qué mejor definición de Democracia que la construida por Lincoln: "el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo" y resonó tan fuerte que obra en el artículo 2º de la Constitución de la Quinta República Francesa, mientras que en estos países del trópico apenas sí rechina de vez en cuando en esos que llamamos discurso veintejulieros, nada más y pare de contar.
Si en aquello consistiere la Democracia, me niego entonces a creer que en Colombia haya Democracia: no es del pueblo ni por el pueblo, porque se le roban las elecciones como las recientes y no es para el pueblo porque lejos de privilegiarlo se ejerce en función de los grupos de interés, al paso que el pueblo suda plusvalía para mantener los parásitos de la democracia.

Tiro al aire: agradezco a todos los que han demostrado solidaridad con ocasión del deceso de nuestro padre acaecida en Manizales este domingo 22 de junio a la edad de noventa y cuatro años, un mes y un día. No fue hecho en la China de entonces, dijo mi hermano.



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