Ilusión mundialista

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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



Hace ocho días escribí un artículo acerca de la problemática social que se vive en Brasil, y en especial de la forma en que la fiebre mundialista ha reavivado los sentimientos de inconformismo del pueblo brasileño. La carencia de servicios de salud y educación de calidad que dignifiquen la esencia del ser humano, son uno de los tantos puntos de divergencia que existen entre el gobierno y las comunidades más vulnerables.
Y aunque es cierto que en el pasado el fútbol ha sido el foco de concordancia de la sociedad brasileña. Hoy, a pesar de ser este el deporte insignia de un pueblo que vive y respira la magia de sus ídolos, aparece como una gigantesca bola de nieve incontrolable capaz de destruir los cimientos del buen vivir de una nación que ha sido víctima de la indecisión gubernamental.
Pero bueno, este no es el tema que motiva el artículo de esta semana, sino la alegría que genera la fiebre del "Mejor espectáculo del mundo". Como decía el gran Alberto Piedrahita Pacheco cuando se refería al fútbol, en uno de los programas televisivos más importantes de su época.
Dejemos de lado la triste realidad de un pueblo dispuesto a superar sus dificultades, e intentemos concentrarnos en la fiesta que disfrutan los aficionados al fútbol. Porque contrario a lo que pensamos, esta vez, es indiscutiblemente el punto de encuentro de diferentes culturas y sistemas sociales y políticos.
El fútbol nos ha mostrado, por lo menos hasta este momento, que los habitantes del planeta pese a las diferencias y desacuerdos podemos convivir como una especie que busca consolidarse en el universo infinito de las cosas, para superar el egoísmo y la malicia que tanto daño ha hecho a la humanidad.
Las diferencias irreconciliables que demarcan la existencia equivocada de los pueblos han sido debatidas amistosamente en el campo de juego libre de imprecisiones políticas, culturales, ideológicas o religiosas de cualquier tipo. Además Messi, Neymar, Ronaldo, Drogba, Rooney, Quintero, Honda y muchos más, han dispuesto entregar sin egoísmo su talento para alegrar los corazones de aquellos que disfrutan de la magia inigualable del buen fútbol.
Así como en otras ocasiones el ciclismo, el patinaje, el atletismo, el boxeo o el béisbol unieron a los pueblos en un solo clamor (el de la tolerancia y el respeto mutuo), el fútbol hoy se avizora como un elemento importante de la sana convivencia.
Realmente lo que apreciamos en este momento, y espero que por el resto del campeonato mundial o mucho más, en el campo de las relaciones interpersonales de los aficionados de todo el mundo en Brasil por causa del fútbol, es tolerancia, respeto, amistad y camaradería.
Bueno es animar con camisetas, banderines, gritos o con tambores a nuestros equipos del alma. Pero mejor es animar con el corazón a nuestros semejantes, para que libres de todo resentimiento y rencor podamos liberarnos de prejuicios políticos, religiosos e ideológicos, o tal vez del fanatismo mental que tanto mal ha hecho a la humanidad.
Es tiempo de pensar de la forma en que el Rabí de Galilea lo hizo la vez que dijo: El día de reposo ha sido hecho para el hombre, no el hombre para el día de reposo.
Hoy la comunidad mundial debería encaminarse a cuestionar el pensamiento que demarcó, durante los últimos 5 mil años, el proceder errado del hombre. Porque lo que realmente hicimos durante la historia funesta de la civilización fue esto: hacer esclavo al hombre del egoísmo que dominó la mente de los que acomodaron sus intereses personales por encima del bien común.
¿Qué alternativa se debería adoptar? ¿Dedicar la política, la economía, las ideas y la religión al servicio de la humanidad, o acomodar a nuestra propia conveniencia el sufrimiento del hombre para satisfacer los intereses políticos y religiosos de unos pocos?
No interesa en forma alguna al hombre egoísta de la modernidad, como tampoco interesó al ser individualista y mezquino que vivió en el pasado, transformar en justicia un mundo que desde sus inicios surgió como resultado del maltrato inclemente que el hombre dio a sus semejantes.
Dios quiera que en el futuro en todos los rincones de la tierra, y no solo por causa del deporte, el hombre pueda mirar al hombre con otros ojos para que el egoísmo, la ambición desmedida y la malicia que domina nuestros corazones, ceda ante la esperanza de la transformación de un mundo más justo y equilibrado para todos. Un mundo en el que todos podamos vivir como hermanos, y en el cual además se dignifique la condición de ser humano por encima de cualquier cosa.



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