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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



No era martes de carnaval pero parecía, o mejor dicho ha debido serlo. Muchos lloraron e incluso algunos como yo dejamos escurrir una que otra lágrima furtiva. ¿Cómo no emocionarse después de la cipote carta de Pastrana? Documento que pasará a la historia como la partida de defunción del Partido Conservador.
Carta de despedida llena de magnanimidad y grandeza en donde le pasaba la estafeta a Marta Lucía, argumentando que el partido conservador había quedado en buenas manos después de los dos millones de voto de la primera vuelta presidencial.
Tremendo show el que armó Pastrana para lavarse las manos al estilo Pilato, eso sí con una elegancia que no puede ponerse en entredicho. Ni pendejo que fuera Pastrana, se dio cuenta que era el jefe natural de un agonizante a punto de ser muerto, y como en la canción, decidió que ese muerto no lo cargaba él y le cedió el puesto de sepulturero a Marta Lucía.
La verdad el gran perdedor de todo el proceso electoral fue el partido conservador. La doctora Ramírez desperdició una oportunidad irrepetible para devolverle la vocación de poder al partido. Por el contrario, su falta de liderazgo verdadero fue la última puntilla al féretro.
No fue capaz de lograr la unión del partido sobre unas bases programáticas y a falta de esto pretendió hacerlo con disciplina de perros y el fuete de la doble militancia. No creo que se pueda celebrar porque obtuvieron dos millones de votos. En plata blanca, esto equivale a un poco más del cinco por ciento de los potenciales votantes; es decir, una representatividad patéticamente anémica.
Para completar, los supuestos conservadores del montón, las bases que llaman, no eran más que uribistas reprimidos, igual que la misma Marta Lucía y en ultimas el mismo Pastrana. Y todavía tuvo Marta Lucía el descaro de decir que el partido conservador no estaba a la venta. Bueno, suponiendo que había algo para vender, hace rato estaba vendido.
Que le fue bien en los debates a Ramírez, nadie lo niega. Era un formato en el que se sentía mucho más cómoda que los otros candidatos, entre otras cosas porque sabía que no tenía nada que perder. Ella no era sino una espectadora, o en el mejor de los casos, una moderadora mas del debate.
Después de concluido el periplo electoral, nadie sabe qué es lo que significa ser conservador ni si existe un ideario político y programático y mucho menos si hay una estrategia para llegar al poder. Lo único que quedó claro es que una parte de los llamados conservadores y dueños de la franquicia, solo son un apéndice del uribismo, y el resto, los supuestos doble militantes son santistas. Partido Conservador lo que se dice partido, no existe.
Tal vez sería un acto de honestidad intelectual terminar con la farsa, y que tanto unos como otros se matriculen formalmente en las facciones de sus afectos y así no hay confusión para los electores.
En ultimas, la carta de Pastrana terminó siendo un entierro de quinta para un partido centenario que por falta de identidad terminó siendo absorbido por un proyecto político fundado ayer y fundamentado en el caudillismo de un pinche senador de dudosa reputación.
Flaco favor para la construcción de la democracia. A estas alturas el injustificado triunfalismo del partido conservador por los guarismos obtenidos, se asemeja a lo que le sucede a muchos muertos, que son los últimos en enterarse de que murieron.
Solo resta decirles, uniéndonos a los lastimeros y elegantes plañidos de Pastrana: dale Señor el descanso eterno, y brille para el difunto partido conservador la luz perpetua. Que las ánimas de Ospina, Pastrana, los Gómez y su combo descansen en paz.