Pobre mundial

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



El planeta se encuentra de fiesta con el mundial de fútbol Brasil 2014. Hoy todo es jolgorio y felicidad. El pueblo entusiasmado se ha olvidado de los pesares y tristezas que le agobian, y se agolpa en torno de una mesa cargada de postres, comidas o licor para disfrutar las jugadas de James, Teófilo, Messi, Rooney o Cristiano Ronaldo.
Las penas se han quedado en el olvido porque el fútbol es lo más importante. Pero ¿será cierto que la euforia colectiva que nos enceguece nos obliga a abrazar la realidad pasajera que vivimos, e impide que veamos las cosas con la lente objetiva que caracteriza la inteligencia humana?
No lo sé, sin embargo no deja de ser cierto que mientras una parte de la población mundial goza con la fiebre del fútbol, el resto llora por causa del olvido y la indolencia de un mundo que se viste con la camiseta de la indiferencia, la pantaloneta de la injusticia, y los guayos de la desigualdad desmedida.
Debo aclarar, para que no me vayan a tildar de enemigo del fútbol como lo hacen de la paz, soy un apasionado de este deporte. Lo conozco, lo entiendo, lo he practicado durante años y aún conservo las esperanzas escondidas del futbolista frustrado.
Pese a ello mi pasión no supera, como en mi infancia sucedía, la preocupación que me inspira hoy el mundo avasallado de mis semejantes. Y no lo hace, porque pienso que el dolor de la humanidad no puede ser mitigado con carnavales, cumbiambas o celebraciones deportivas que olvidan la injusticia social y el maltrato injustificado que ejecuta el hombre en contra de sus congéneres.
El pueblo brasileño sufre por causa del pensamiento desquiciado de sus dirigentes. Los de ayer y los de hoy, en esto hay que ser justos, todos han aportado grandemente para que la brecha entre ricos y pobres haya aumentado ilimitadamente.
El poder alcanzado por Brasil en el ámbito internacional es incuestionable, y no deja de ser un avance de infinitas proporciones. Pero, ¿hacia dónde han sido canalizados los recursos de un país que se mide cabeza a cabeza con los más industrializados de la tierra? Parece ser que en la dirección equivocada, y como sucede en todos las naciones de la tierra, el excedente que arroja la economía fluye expedito en beneficio de los que más tienen.
Colombia, igual que Brasil, destina sus riquezas a alimentar la chequera de los nobles del país. Por ello, igual que en Brasil, la clase vulnerable de la tierra muere en la indigencia y el olvido, en las puertas de los hospitales, implorando la atención humana de aquellos que se han alimentado miserablemente de su sufrimiento.
No estoy en contra del Mundial o de lo que representa, en contra de las fiestas o de la alegría de la gente. Estoy en contra de aquellos que se valen del populismo, la mentira y la falsedad para castigar a un pueblo esperanzado con un futuro mejor.
De nada vale la realización de un Mundial, o cualquier tipo de evento deportivo o cultural, si no se resuelven los problemas primarios de una sociedad atropellada por el egoísmo de sus dirigentes.
Los millones de dólares que ingresarán a Brasil con ocasión del Mundial no serán suficientes para resolver la problemática de extrema pobreza, o para corregir la deficiencia de un sistema de salud desequilibrado que se olvida de los seres humanos.
Por el contrario, las cifras desproporcionadas que se manipulan, simplemente entrarán a hacer parte de las estadísticas económicas que mostrarán equivocadamente la bondad de un sistema político y social desequilibrado.
Igual que en Brasil, los colombianos, por causa de las mentiras de una clase dirigente corrupta que se enorgullece viendo bailar y tomar al pobre, seguiremos viviendo en medio de la indigencia. Porque los beneficios que el Estado obtiene, solo serán un detonante esencial para liberar la explosión que nos encamina más y más en dirección de la pobreza y la injusticia.
Qué Dios tenga piedad de nosotros porque como vamos, terminaremos alimentando la brecha entre ricos y pobres con la gasolina y los servicios públicos más caros del mundo, la peor educación del planeta, carentes de un sistema de salud honesto que promueva la atención humanizada de sus clientes, y una clase dirigente indiferente y maliciosa. En definitiva, terminaremos jodidos pero con Mundial y Juegos Olímpicos. Qué vaina buena.