¿Qué quiere Colombia?

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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



A estas alturas resulta muy claro que el debate electoral del domingo no sólo consistió en plebiscitar la Paz, como de buena o mala fe algunos lo señalan. Es más profundo el asunto. Me parece que la cuestión de fondo era, es, y seguirá siendo, la definición de la clase de país que queremos los colombianos: por un lado, está la opción de un Estado moderno y democrático, que sea garante de la existencia de una sociedad cada vez más igualitaria, con multiplicidad de colores y sonidos, donde nadie tenga miedo, las mujeres no sean maltratadas, los niños jueguen y vayan a estudiar, los afrocolombianos, los indígenas, los homosexuales, los diferentes en cualquier sentido, sencillamente sean respetados. Y los pobres atendidos, porque no hay Paz con pobreza.
De otra parte, claro, están los que no desean la materialización de ninguna de esas "tonterías", pues ellos saben que el empoderamiento de las minorías -de los minimizados, como lo he dicho aquí otras veces- representará, a la larga, la cohesión de un pueblo al que ya no se le podrá dominar, como no me cansaré de creer. El que todavía dude de esto es porque, sin lugar a dudas, vive en la luna. La victoria de Santos, desde luego, no garantiza el éxito de nada de aquello. Lo que hicimos el domingo fue apenas empatar el partido, para decirlo en términos de moda; pero es eso, un empate, y no la derrota que por décadas se venía: con el uribismo ganaba la institucionalización de una forma de "pensamiento": Colombia tiene dueños y eso no puede ni debe cambiar. Esa no es derecha ni es nada, sino pura bobaliconería armada, y a caballo.
Mi punto es que todos quedamos al descubierto. El gran triunfo de Colombia es haberse quitado la máscara, aquí, donde nada es claro, porque todo depende del vaivén de las circunstancias políticas, y porque no hay convicciones definitivas ni firmeza con qué defenderlas. Veía, por ejemplo, en la televisión del domingo a algunos altos ex oficiales del Ejército, ya derrotados, que hasta hace poco tenían al presidente de la República como su comandante en jefe, diciendo como si nada que "veían con preocupación" que el país tendiera hacia la izquierda. Me alegra que digan lo que piensan, pero, a pesar de que lo que dicen no es cierto, ni remotamente -y todo lo que hacen es repetir como loros al enfermo aquél-, ¿qué pasaría si eso fuera así?: es decir, ¿por qué hablaban esos serviles de la ideología política de izquierda como si de un delito se tratara?

¿Qué quiere Colombia, entonces, ahora que más o menos sabemos quién es quién en la oscuridad?: ¿seguir persiguiendo al que piensa diferente, o aceptar que este país no tiene dueño, y que todos cabemos aquí, porque en realidad todo es de todos, aunque suene a demagogia? Me parece que, muy a pesar del montón de violentos, enfermos, acomplejados, rencorosos e incapaces que soporta, Colombia también tiene dignidad, y por eso no seguirá el camino de la destrucción, reconocida ruta fácil. Nuestro país ha tomado un nuevo, difícil y honorable rumbo: el de la aceptación de que no hay alternativa válida frente a la Paz. Sí, el domingo fue un gran día.



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