Ojo a los trasplantes

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Preocupa sobremanera que cuando se suponía estábamos avanzando en el proceso de trasplantes de órganos en Colombia, las estadísticas muestren que hay un retroceso.

Tengo autoridad plena para hablar de los beneficios de los trasplantes de órganos, pues siendo muy joven aún, tuve la fortuna de haber sido sujeto de dos trasplantes de córneas para mis ojos en la década del 80, gracias a lo cual puedo escribir estas líneas y ver tantas cosas hermosas del mundo. Nunca supe quiénes fueron mis dos donantes ni quiénes sean sus familiares, pero espero que cualquier familiar de un donante de órganos sienta con mi agradecimiento una gran satisfacción, pues tengan por seguro que he tratado de usar estas córneas lo mejor posible y que de alguna manera ambos donantes viven en mi.
En aquel tiempo aún había muchos mitos y dificultades con respecto a los trasplantes y fue muy difícil conseguir mis nuevas córneas, en especial la primera, de cuya rápida consecución dependía que no perdiera la visión por mi ojo derecho. Por fortuna luego de muchos esfuerzos la conseguimos. La idea que yo tenía era que luego al pasar de los años la consecución de órganos se iría haciendo más fácil. En efecto así empezó a suceder, pero las estadísticas muestran una disminución en los últimos tiempos. Transcribo este revelador dato del año anterior:
"España es el líder a nivel mundial en donación y trasplante con una tasa de donación de 34 donantes por millón de habitantes. La tasa de donación en Colombia en el año 2012 fue de 10.2 donantes por millón de habitantes y en el año 2013 de 8.3." (Eltiempo.com 29-5-2014).
En Colombia los trasplantes de órganos que más se realizan son los de riñón, seguidos por los de hígado, corazón y riñón/hígado. En los denominados trasplantes de tejidos, en primer lugar está el de córnea y lo siguen el de tejido óseo y el de piel.
En los trasplantes de órganos no solo tiene que ver el componente donantes, también obviamente son claves las capacidades profesionales médicas, la tecnología, la infraestructura y los costos. Los estudios dicen que ese componente donante es el que está fallando, y por tanto es el que hay que trabajar con urgencia.
Se trata entonces de incrementar campañas educativas, pues estamos hablando de un cambio cultural marcado por las creencias, la motivación o la solidaridad, entre otros. Lo extraño acá es que se haya presentado un retroceso, pues por lo general son avances sociales que rara vez se devuelven.
Sin conocer las razones de esta reversa cultural, desde esta columna hago un llamado a los colombianos, a las organizaciones, a los medios de comunicación y a las autoridades de todo tipo para que se intensifiquen las campañas de donación de órganos y si es del caso se piensen de una manera distinta, más inteligente, porque las estadísticas no mienten. Se trata nada más y nada menos que de la vida y de su calidad, el bien humano más preciado, que tiene en el trasplante de órganos uno de sus más grandes defensores y protectores.
No hay dudas de que pese a los problemas de nuestro sistema de salud, el gremio médico colombiano es uno de los más capacitados y hasta innovadores del mundo en varias áreas, en especial en los trasplantes, y es triste que todo ese esfuerzo se pierda porque los colombianos, sea por la razón que fuere, nos queramos ir a la fría tumba o a los ardientes hornos crematorios con todas las partes de nuestro cuerpo, ya sea por voluntad u omisión propias o de nuestros familiares.
No conozco mediciones internacionales al respecto, pero algo me hace pensar que la cantidad de donantes quizá puede coincidir con el nivel cultural de los pueblos. Mucho para pensar sobre lo que está pasando en nuestra sociedad…
Tenemos pues bastante trabajo que hacer al respecto. Y repito: estos ojos con los cuales escribo esta columna son testimonio del beneficio que dicho procedimiento cultural y quirúrgico trae, pues ya son más de 30 años usándolos gracias a dos trasplantes, al doctor José Ignacio Barraquer (q. e. p. d.), y a los donantes y a sus familiares.