Hace 81 años en Alemania, Adolfo Hitler llegó al poder por la vía democrática. En forma sistemática desmontó la institucionalidad a punta de odio y miedo para construir un "Reich" que debía perdurar mil años. La locura fanática colectiva que supo despertar en el pueblo alemán lo llevó a la guerra a ultranza y finalmente a su destrucción. Joseph Goebels, su Ministro de la propaganda decía que una mentira repetida lo suficiente se convertía en verdad.
En esta elección presidencial colombiana nos estamos jugando lo mismo que Alemania en 1933. Los colombianos podemos votar por el fanatismo, la guerra, el odio, el miedo, el insulto, la calumnia o la mentira repetida lo suficiente para convertirla en verdad o podemos votar por la paz, la democracia, la esperanza, la tolerancia y la inclusión.
El presidente Santos representa esa segunda opción por la que votaré el próximo 25 de mayo. Están en juego las próximas dos generaciones de colombianos y las instituciones democráticas construidas por las nueve anteriores. La polarización a la que nos convoca la versión criolla de "Fuhrer" que tenemos, patológicamente aferrado al poder, pone en peligro la existencia misma de nuestro estado social democrático de derecho.
Desde hace medio siglo Colombia le apuesta a la guerra, es hora de apostarle a la paz. Dicen que la guerra es el negocio más jugoso de la humanidad para algunos, sin duda la paz es el mejor negocio para todos.
Hace exactamente 64 años un Presidente conservador a quien apodaban "el monstruo" creó la doctrina del "atentado personal, la acción intrépida, hacer invivible la república". Hoy en pleno siglo XXI, el monstruo parece haber reencarnado en un expresidente que nos quiere devolver al oscurantismo de la violencia política, al sectarismo, al odio y a la agitación del miedo. Tenemos la oportunidad histórica de superar la trampa mortal para nuestra democracia y sus instituciones.
