El columnista

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jacobo Solano Cerchiaro

Jacobo Solano Cerchiaro

Columna: Opinión

e-mail: jacobosolanoc@hotmail.com

Twitter: @JacoboSolanoC



Con la renuncia del columnista Fernando Londoño Hoyos, de las páginas editoriales de El Tiempo, tras la discusión pública por un visceral artículo, en contra de Juan Manuel Santos, se reabre el debate sobre las responsabilidades, con los lectores y con el medio en que se escribe, de quienes ostentamos el privilegio de una columna de opinión. Sin embargo, hay que tener en cuenta los verdaderos intereses de los medios y si, en algunos casos, no aceptan las posiciones en contra, en la pluma de sus columnistas. En el caso Londoño, es indudable que las acusaciones fueron muy fuertes, pienso que el exministro se dejó llevar por el intenso momento político, pero también hay que analizar que no se midió con la misma vara a, otro columnista de la misma casa, Gabriel Silva, bastante servil de Santos, cuando comparó a Álvaro Uribe con Pablo Escobar, no hubo escándalo y menos un llamado de atención; escribir en El Tiempo se ha convertido en una odisea, peligrosa para opositores, al fin y al cabo, es bien sabido que esta casa editorial, está jugada con la reelección del Presidente y cualquier voz contraria, puede ser objeto no de censura, pero sí, de un regaño público que termina en la salida por la puerta trasera. Ya ocurrió en el pasado con la senadora Claudia López y con José Obdulio Gaviria, sin abordar un verdadero argumento sobre la libertad de expresión.
El columnista ideal no existe, somos humanos y sujetos a errores, pero es necesario escribir con independencia, sin miedo y sin odio; con respeto hacia los lectores, y esto no siempre sucede, algunos no entienden este oficio y lo confunden para adular a políticos con el fin de obtener beneficios, por los general económicos, a costa de su credibilidad; otros para atacar, movidos por algún episodio adverso y toman el espacio como desquite; también están los sabelotodo por darse a conocer, a veces quedan peor y terminan expuestos, al exhibir su infinita ignorancia. Para escribir hay que tener pasión, conocimiento y olfato para los temas; ser atrevido, más no irrespetuoso, sincero y claro; y eso sí, una profunda sensatez. Esas columnas que para leerlas es necesario un diccionario al lado, no provocan y quedan siempre relegadas, al igual que las que acuden siempre al personalismo: Yo hice tal cosa, yo fui a tal lado, definitivamente, no funcionan. Hay que sentir para escribir; escribir lo que la gente no se atreve a decir en público. Colombia es un país para escribir, también lo expresó Vargas Llosa en la reciente Feria del Libro: "Es fantástico este país, está lleno de vida", luego de que un lector lo interpelara y rompiera uno de sus libros. Por lo general, esta labor no tiene retribución económica, pero si muchos beneficios alternos, en mi caso, opinar ha sido la columna vertebral de todo mi proceso, me he ganado enemigos, pero muchos más amigos y satisfacciones, hay que escribir pensando en aportar a la sociedad. La médula que oxigena un periódico son sus columnistas y los dueños de medios deben tenerlo en cuenta a la hora de tomar decisiones, como las que se están tomando en El Tiempo; antes mi sueño era escribir en ese medio, ahora con los métodos que utilizan, no sé.



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