La otra cara del dragón

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Escrito por:

Ignacio Pareja Amador

Ignacio Pareja Amador

Columna: Reflector Mundial

e-mail: reflectormundial@yahoo.com.mx

Twitter: @Nacho_Amador 



La comunicación es el arma más poderosa del siglo XXI, pues influye en las voluntades de las masas para procurar estabilidad y paz social o en su defecto puede ser utilizada para derrocar a un "dictador" o a un "tirano". En la formula básica de esta ciencia se requieren solamente dos agentes: el que transmite el mensaje y quien lo recibe. La cualidad indispensable para que esta tarea sea exitosa es simplemente el entendimiento del mensaje, el cual se determina por la calidad del mismo y por la capacidad del receptor para comprenderlo.
En la arena internacional es indispensable conocer este principio de la comunicación, ya que su ausencia puede generar tensiones innecesarias o proyecciones de paz imprecisas que comprometan la seguridad de las naciones.
Sin embargo, en este caso la ecuación de la comunicación es más compleja debido a la enorme cantidad de intereses entre los actores involucrados y a las grandes diferencias culturales que difícilmente se podrán homologar con la globalización. Al final de cuentas, las civilizaciones han evolucionado por cientos de años, lo que imposibilita una transición expedita dirigida a construir una sola visión del mundo.
Entender es la clave, por ello la maquinaria intelectual de los países occidentales se ha centrado en China, el gran dragón asiático. Las primeras señales para su comprensión apuntan a un país con gran potencial económico, que creció en la última década en promedio 9.96% por año (FMI), mientras que los países desarrollados apenas alcanzaron un promedio de 1.48%. El gran dragón asiático tiene la segunda economía más grande del mundo con un PIB de 13.3 billones de dólares (CIA 2013), cada vez más cerca de EE.UU. que concentra 16.7 billones (CIA 2013), con un bajo creciendo de 2.8% en 2014 de acuerdo con el FMI.
Al ser el país más poblado del mundo, China tiene además un enorme potencial en cuanto a mano de obra, su fuerza laboral es de 797 millones de personas. Es el mayor exportador a nivel mundial y el segundo mayor importador, de manera que cuenta con un superávit comercial de 176 mil millones de dólares.
Es un país que envía mensajes claros en cuanto al tema de su soberanía con respecto a diversos territorios que disputa más allá de sus fronteras. Las contiendas territoriales de este coloso asiático prácticamente rodean todos sus límites geográficos, por lo que el incremento del poder económico e incluso militar de este gigante preocupa a quienes "procuran" la estabilidad y la paz internacionales.
Esta primera aproximación de lo que las estadísticas y la geopolítica nos describen como China, nos permite entender la razón del miedo de los países que le disputan territorios y que buscan desesperados alianzas con Occidente, para detener el poderío del gran dragón, como lo observamos la semana pasada con la gira del presidente estadunidense Barack Obama en Japón, Corea del Sur, Malasia y Filipinas.
Sin embargo, no se ha entendido realmente qué es lo que busca el gran dragón asiático y cuáles serán los medios que utilizará para alcanzar sus fines. Este es sin lugar a dudas un problema de entendimiento cuyo origen está en las diferentes apreciaciones que se tienen respecto al pensamiento oriental. Vayamos a un ejemplo sencillo, en la civilización occidental el dragón es un ser mitológico que representa fortaleza, coraje y maldad. Es el símbolo de satán en aquella leyenda de San Jorge y el dragón, donde el valiente soldado de Dios sale triunfante al derrotar a la bestia mitológica. Mientras que en China, el dragón es un símbolo de paz, de culto, que representa esperanza y abundancia.
Esta apreciación por simple que parezca, puede cambiar cuantitativamente las variables a tomar en cuenta en la ecuación del poder. Desafortunadamente, los ingenieros occidentales de la política internacional carecen de una real intención para entender al gran dragón asiático. Suelen olvidar que en las relaciones internacionales los mensajes de poder no son directos, que la forma de hacer política en occidente difiere de los métodos orientales y que el dragón dormido no es el partido comunista o el gobierno chino, sino la población de aquel gran país.
Omiten tomar en cuenta que el modelo de vida occidental es sumamente atractivo para una importante proporción de la población china, pues representa para ellos una meta de superación personal, donde la libertad justifica cualquier transformación por drástica que sea. Esto ha sido entendido perfectamente por el levitan del gobierno chino, que restringe la entrada a su país a los instrumentos de comunicación global, pero que no puede impedir la occidentalización de los miles de chinos que migran a los países desarrollados para adoptar sus estilos de vida, generando una fusión cultural que enriquece a los Estados receptores.
Entender al dragón es la clave, pero el camino más directo para hacerlo es escuchando a la población, no al gobierno. Se trata de re-ponderar el valor de la persona, no del Estado. Es un tema de persuasión, donde el reto más difícil será convencer a la población china de su intrínseco poder político y de que su voluntad colectiva puede determinar el destino de su gran nación.
Fuentes: CIA The World Factbook y IMF DataMapper