El efecto Rendón

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



¡Rendón, salve usted la patria! Fue el grito desgarrador de nuestro protagonista que siente que el pantano se lo traga. En este pintoresco episodio de actualidad, estamos frente al pantano de Santos, y la patria a la que hay que salvar se llama reelección…y el Rendón es JJ. Las últimas encuestas justifican la historia, perdón, la histeria de Santos y compañía.
Sin embargo, es iluso creer que Rendón por muy estratega que sea, puede hacer el milagro de convencer a los millones de colombianos que hoy están peor que hace cuatro años que Santos merece la reelección. No se la merece.
Como están las cosas, lo único que puede hacer Rendón es tratar de llegar a la segunda vuelta para ver si se da un escenario propicio para el presidente-candidato. Hoy la probabilidad de que Santos no llegue a la segunda vuelta es real, y esto hace un mes era impensable.
A pesar de los esfuerzos, el gobierno Santos no logra desactivar el descontento de amplios sectores de la población, incluyendo sectores productivos. Mediante promesas trata de posponer la explosión del descontento social; pero el percibido incumplimiento de las promesas exacerba los ánimos con frecuencia indeseados, porque aquellos que antes estaban descontentos, ahora además se sienten engañados.
De presentarse nuevas protestas sociales o paros de algunos sectores productivos que logren irritar al país, Santos no llega a la segunda vuelta. El proyecto reeleccionista de Santos no aguanta un paro más. Ya no aguanta ni la explosión de un triquitraqui en una verbena bailable de colegio.
No sería extraño que el salvavidas le sea lanzado desde La Habana. La esperanza de lograr el final del conflicto es lo que aún mantiene a Santos con vida. Santos chantajea electoralmente al país con la esperanza de la paz, y muchos sienten que si Santos pierde, lo de La Habana se cae; el papel de Rendón es lograr que este mensaje sea creíble. Es irónico que para ser un grupo al margen de la ley y no tener representación política, las Farc hayan sido la fuerza decisiva en las últimas contiendas presidenciales, y esta no va a ser la excepción. ¡Las Farc haciendo milagros! ¡Ni que fueran Santos!
Por otro lado, la inflada de Zuluaga en las encuestas como seguro contendor de Santos en la segunda vuelta asusta a gran parte del electorado. Equivocadamente, Zuluaga ha planteado que al día siguiente de ser elegido presidente, acabaría con las negociaciones de La Habana. Es una posición irresponsable e irreflexiva que no está a la altura de las responsabilidades que el cargo presidencial demanda.
Lo responsable sería comprometerse a hacer un análisis de lo que se ha logrado en la mesa de negociaciones, y después si tomar decisiones. No se le puede olvidar a Zuluaga, que este es un proceso que tiene visibilidad internacional, y que de hecho ha sido acompañado por países que gozan de enorme credibilidad internacional.

Es inconcebible que Zuluaga frente a un tema de suma importancia para los colombianos y la región, asuma actitud de traqueto. Esta actitud puede lograr que llegue a la segunda vuelta, pero no logrará que gane la presidencia.
Las secuelas dejadas en nuestra sociedad por la violencia prolongada, conjuntamente con fenómenos como el narcotráfico y la corrupción, nos han hecho una sociedad enferma, de valores relativos que cree que la violencia es la forma de solucionar todos nuestros problemas, y por esto las posiciones de Zuluaga y el uribismo encuentran eco en un sector grande de la sociedad. A menudo confundimos firmeza y autoridad con violencia y autoritarismo.
A pesar de que Santos ha fracasado como gobernante en los frentes fundamentales, no se puede desconocer que la ilusión de acabar la guerra es lo que más pesa en estos momentos en la mente de los electores. Parte de lo aburrido de esta campaña, es que no todos los que van a votar por Santos se atreven a decirlo en voz alta porque les da vergüenza. Van a votar por él calladitos, con o sin Rendón, mientras las Farc sigan sentadas a la mesa de negociación.
Hay un adagio que reza que las segundas partes son malas, y el segundo tiempo de Santos será la confirmación de esto, con o sin firma de paz. ¡Qué le vamos a hacer si los colombianos somos masoquistas!