Comedia macondiana

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La muerte de García Márquez dio lugar a uno de los episodios más macondianos de que se tenga noticia. La señora Cabal se salió de sus cabales y envió a Gabo a pernoctar eternamente en el infierno dantesco. Y comenzó La Mala Hora.
El tuiterazo de Cabal metió a Uribe en su laberinto, del cual pretendió salir con un escueto comunicado exaltando las virtudes literarias del fallecido Nobel. Pero la tempestad causada era ya crónica de una hojarasca anunciada.
¿Pero qué fue lo que dijo la señora Cabal que causó tanta cólera en los tiempos del amor? Pues dijo lo que muchos piensan de Gabo, que fue la abuela desalmada y celestina del comunismo que aún hoy después de su fracaso sigue plagando a América Latina, que aún tiene unas putas tristes tales como Venezuela, Bolivia, Argentina y Nicaragua, y que la pobreza, miseria, muerte y desolación que el comunismo ha dejado en nuestras tierras, dan para enviar a Gabo derechito al infierno.
Seguramente el Cachudo estaba sudando frío pensando en las ampliaciones locativas que se le venían encima por cuenta de la señora Cabal. Afortunadamente, el tuiter sólo dio para asegurarle una habitación a Fidel, aunque estoy seguro de que hay muchos más candidatos en capilla ardiente.
La sensiblería nacional provocó que el alcalde de Aracataca se rasgara la guayabera y declarara a Cabal persona no grata. Por su parte, el presidente-candidato Santos, que no había ido a dar un discurso, hizo un lacónico relato de un náufrago. Dijo que sus manifestaciones políticas están siendo infiltradas por neofacistas llenos de odios y con camisas negras. ¿No serán seguidores de Juanes seducidos por los cantos de sirena que se escuchan desde La Habana? El potencial náufrago también nos confesó que él y Gabo conspiraron por la paz de Colombia por más de 20 años. Eso fue precisamente lo que se le escuchó decir al Bojote Samper, quien lo tenía como líder de los Conspiretas.
¡Con razón no ha cuajado la paz! Es que pedirle consejo a Fidel Castro y a Gabo sobre cómo lograr la paz en Colombia, es igual a pedirle consejo al Cachudo sobre cómo lograr la santidad. Nota parentética: En ese círculo vicioso de poder, o rosca que llaman, al que pertenece Santos y que ha gobernado a Colombia por tanto tiempo, no tarda en llegar el día en que uno de los delfines nazca con cola de cerdo.
Pienso que aunque no compartamos la posición de la señora Cabal, tenemos que respetarla. No era el momento para hacer un comentario de esa naturaleza y esta fue su gran equivocación, pero tenemos que defender a toda costa el derecho a opinar.
Como católico, considero equivocado desear que alguien se condene. El deseo de un buen cristiano es que incluso el más pecador llegue a salvarse. Más allá de las consideraciones religiosas, es una insensatez pretender poner los cielos y los infiernos al servicio de nuestras pequeñas mezquindades. Hay que dejar quieta la eternidad.
A estas alturas probablemente Cabal no tiene quien le escriba ni siquiera del amor y otros demonios. Y como hay que vivir para contarla, Cabal debe andar como si estuviera asistiendo a los funerales de la Mamá Grande o como cuando a uno le dan la noticia de un secuestro, es decir, cabizbaja y con ojos de perro azul. ¡Le salió cara la notoriedad alcanzada con el escándalo!
Lo sucedido no es la aventura de Miguel Litin ni todos los cuentos ni los 12 cuentos peregrinos; lo acontecido no pasa de ser un mierdero entre cachacos o una diatriba de amor contra un hombre sentado, o más bien muerto.
Cabal se tuiteó porque no pudo soportar el otoño del patriarca, quien murió de edad avanzada y no de la muerte atormentada que ella piensa se merecía Gabo. Por mi parte y de todo corazón, espero que igual que Remedios la Bella, el espíritu de Gabo haya subido entre sabanas derechito al cielo.
Esto no es más que el mismo cuento distinto de siempre, y además como yo no sé cómo se cuenta un cuento, espero que no me envíen al dantesco infierno, y mucho menos que me condenen a cien años de soledad.