Gabriel García Márquez nos deja un gran vacío

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



"¿Quién me ha robado el mes de abril?", se preguntó el poeta y cantautor español Joaquín Sabina al enterarse de la infausta noticia. No sabemos cuántas exclamaciones tan sentidas se

han expresado en todo el mundo a raíz de la muerte de Gabriel García Márquez. Lo que sí debo mencionar es que en mi libro 'Espejos astillados de la memoria' acuñé el título 'Ojalá no te mueras nunca' para conjurar el posible deceso de nuestro Nobel de literatura. Naturalmente, la Parca no acepta sugerencias y mucho menos acata imposiciones.
Gabriel García Márquez ha muerto. Su prosa esplendorosa se dio a conocer con la publicación de "Cien años de soledad" en 1967, aunque veinte años antes ya estaban en letra de molde sus primeras producciones. "La tercera resignación" (1947) y "Eva está dentro de su gato" (1948) tienen el mérito que corresponde a un buen narrador principiante. Sin embargo, con la hecatombe producida por "Cien años de soledad", los lectores volvieron atrás en busca de los pasos iníciales del escritor de Aracataca. Fue entonces cuando encontraron obras como "La hojarasca" (1955), "El coronel no tiene quien le escriba" (1961) y "La mala hora" (1962). Se ha escrito tanto sobre estas obras que no vale la pena insistir en comentarlas.
En cambio, hay que destacar algunos elementos de "El otoño del patriarca" (1975), por cuanto esta novela recoge características de los gobernantes que, engolosinados con el poder, se convierten en dictadores. Para García Márquez no basta una visión centrada solo en los Trujillo de República Dominicana; ni son suficientes las tropelías de los Somoza en Nicaragua ni los crímenes de dictadores sudamericanos para estructurar en un relato la radiografía de tiranos en general. Por eso el Patriarca de Gabo es una amalgama de todos ellos, sin dejar por fuera a Stroessner del Paraguay ni a Rosas de Argentina, aunque las épocas no se correspondan con los años recientes. En esta obra hay algo de Videla en Argentina y de Pinochet en Chile, pues el autor se propuso la tarea de retratar al 'dictador total'. En relación con el poder y la soledad que él genera, son pertinentes dos pensamientos de García Márquez: "No hay nada que se parezca más a la soledad del poder que la soledad de la fama". "El poder es sin duda la expresión más alta de la ambición y la voluntad del ser humano, y por eso, resume a la vez toda su grandeza y toda su miseria".
Gabriel García Márquez, el más importante escritor en lengua española después de Cervantes, ha partido hacia la eternidad. Y con él se ha ido el colombiano más ilustre de nuestra historia. Nos queda su gloria, su ejemplo, y nos anima la esperanza de que las nuevas generaciones vean en "el hijo del telegrafista de Aracataca" un ejemplo, una guía en el camino incierto que Colombia debe transitar. Para perpetuar su nombre queda la 'Fundación Gabriel García Márquez para el nuevo periodismo iberoamericano', que a su vez creó el 'Premio Gabriel García Márquez de periodismo' y el 'Premio Iberoamericano de cuento', que también lleva su nombre.
En una entrevista que concedió hace años, García Márquez contó que en una pequeña taberna europea observó, en la penumbra del lugar, a un anciano que en forma discreta tocaba el piano para los asistentes. Afirmó que, de no haber sido escritor ni periodista, a él le hubiese gustado ser ese pianista que tocaba para que los demás fueran felices. Eso equivale a la afirmación que Gabo siempre tuvo en sus labios: "Escribo para que mis amigos me quieran más". Hoy, ante la irremediable ausencia del único Nobel que tenemos, hemos descubierto lo mucho que lo queremos. Paz en la tumba del Maestro.