Qué comemos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



- Eres caprichoso, terco y desconsiderado - repitió ella. Cruzó los cubiertos sobre el plato, pero en seguida rectificó supersticiosamente la posición-. Toda una vida comiendo tierra para que ahora resulte que merezco menos consideración que un gallo. - Es distinto -dijo el coronel. Este fragmento de la obra El coronel no tiene quien le escriba, colección grandes éxitos, del ilustre escritor colombiano Gabriel García Márquez, es la esencia del tema que hoy deseo tratar en esta columna.
Antes de continuar, me disculpo con la opinión pública porque posiblemente esperaban que dedicara algún comentario especial a la vida del único nobel colombiano. Pero la verdad, pienso que es poco lo que puedo aportar en ese sentido, sobre todo si se tiene en cuenta el gran caudal de conocimiento que, acerca de la obra del hijo de Aracataca, los expertos nos han regalado durante los últimos días.
Y aunque creo que los homenajes que se rinden a los grandes hombres de la historia deben programarse en cualquier momento, prefiero que éstos se realicen cuando aún están con vida. Para ser honestos, pienso que hasta hace unos días, pocos se acordaban de García Márquez, hoy, sin embargo, todos aprovechan el momento oportuno para revaluarse a expensas de la muerte del más grande escritor latinoamericano de todos los tiempos.
Pero bueno, como dije al inicio, la temática de este articulo no gira en torno de Gabo (aunque tome un fragmento de su obra y él merezca todos los honores que se le puedan rendir.), sino sobre la conciencia hipócrita que domina el pensamiento del hombre. De la misma forma que reclamaba la esposa al coronel, reclamo hoy a los ambiciosos empresarios que desvían el alimento de los hambrientos de la tierra, para engordar a los cerdos.
Espero ahora que los defensores de los animales no malinterpreten lo que quiero manifestar. No estoy en contra de la vida animal o vegetal, como muchos pensaran, por el contrario, soy consciente que debemos proteger y luchar por la preservación de la naturaleza. Sin embargo, no creo conveniente que se deba permitir la acción cruel de los delincuentes que hurtan el alimento de los pobres para hacer crecer sus chequeras.
Por ejemplo, reportajes periodísticos de los últimos días indican que diariamente en la ciudad de Bogotá, algunos codiciosos agricultores, ganaderos y los comerciantes de las centrales de abastos prefieren arrojar a las canecas de la basura más de 4500 toneladas de comidas (frutas, verduras, lácteos, etc.), antes que donarla a quienes no tienen como acceder a una porción de alimentos digna de la calidad del ser humano.
Si señor, este tipo de personajes que se dicen a si mismos comerciantes honestos, se asocian ilegalmente en carteles y se aprovechan de la necesidad de los colombianos, en tanto miles de personas mueren cada año por causa de la desnutrición y el hambre. Sería bueno preguntarnos: Qué hacen las autoridades para controlar este tipo de actuación deshonesta que maltrata a los desvalidos de la tierra. No sé que hacen o que harán los bandidos que gobiernan para luchar en contra de la injusticia. Habrá que averiguar. Mientras, tendremos que conformarnos con la historia del coronel.
-Y mientras tanto qué comemos -preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía-. Dime, qué comemos.