Funeral a ritmo de Pie Peluo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Iba a comenzar la misa del funeral, cuando se me acercó un amigo de la familia, quien es juez de la República, y mirándome por entre los lentes con mirada del sistema penal acusatorio, me preguntó que donde estaba la papayera.

La verdad que con lo inesperado y sorpresivo de la noticia ninguno de los hijos se acordó que mi mamá durante toda su vida nos recalcó que el día que muriera, quería que la enterraran con una papayera tocando todo el tiempo Pie Peluo (*), que era su porro favorito; y ahí estaba el juez tratando de tutelar la voluntad de los muertos sin mediar tutela.
La iglesia estaba llena; miré a todos los familiares y amigos que nos acompañaban en esa hora dolorosa, y me recorrió un escalofrío pensando que a la primera nota del bombardino se hubiera podido ocasionar una emergencia hospitalaria de magnitudes insospechadas.
La familia nunca ha tratado de ponerle una nota alegre a los funerales, que siempre han sido sobrios y solemnes y no como los funerales de moda que parecen una fiesta y no escatiman en gastos para alegrar a los dolientes y a sus invitados. Recuerdo que en los tiempos en que las vacas todavía se paseaban por las calles de Santa Marta, las procesiones mortuorias eran acompañadas por una banda que tocaba música fúnebre. Pero en mi familia nunca he visto ni lo uno ni lo otro.
Días más tarde reflexioné que de pronto en los últimos tres años de su vida mi mamá había cambiado opinión. Debía estar harta de tanta música que el perverso sistema que por desventura sufren la mayoría de los colombianos, le hizo padecer.
Cuando murió mi papá, Cajanal le bailó el indio por casi un año con el cuento de la pensión. La angustia de la espera le pareció interminable, y terminó robándole vida, tranquilidad y salud. Hace poco leí que una persona llevaba esperando 12 años para que le reconocieran la pensión y murió sin recibirla. No hay razón válida para que una persona tenga que esperar un solo día para que se le reconozca la pensión a que tiene derecho, o su pareja cuando el pensionado fallece. Gobernantes canallas que prefieren jugar con el presupuesto, y de paso con la vida de las personas más desvalidas de la sociedad.
Y después el perverso sistema de salud le interpretó el paseo millonario a módicas cuotas. Para no darle lo que necesitaba, la sometieron a un proceso dilatorio de exámenes inocuos, a punto tal que cuando se presentó la emergencia médica, su cuadro clínico se complicó, lo que finalmente le ocasionó la muerte. Todo para que Palacino y su combo pudieran robar más.
Hierve la sangre saber que miles de compatriotas a diario son sometidos al famoso paseo de la muerte. ¿Si esto no es pena de muerte, entonces qué lo es? En ese verdugo anónimo y colectivo llamado sistema, todos los que lo manejan son culpables de lo que sucede pero en últimas nadie es responsable.
Para colmo, después de casi cuatro años de Santos, todavía no vemos una solución a la vista ni en esto ni en nada que valga la pena. Todos los temas fundamentales son asignaturas pendientes, y todavía tiene el descaro de decir que ha hecho mucho (anuncios acoto yo), pero que falta mucho (más anuncios) por hacer. Como siga así, va a pasar a la historia como el presidente Tilín. ¿Será que Buen Gobierno no es más que una agencia de relaciones públicas y publicidad engañosa?
Pero volviendo al cuento de mi cuento, había llegado a la conclusión de que la mano pelua del desgobierno quizás le había quitado las ganas a mi mamá de que la despediremos a punta de redoblante y Pie Peluo. Sin embargo como no estoy seguro, aviso desde ya a los vivos y a los muertos, para que estén preparados a mover el esqueleto porque el día menos pensado me aparezco en los Jardines de Paz con banda papayera a cumplir la última voluntad de mi mamá. Después no digan que no les avisé.
(*)Clímaco Sarmiento es autor de Pie Peluo que fue inmortalizado por Pedro Laza y Sus Pelayeros.