Espectros multicolores

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



¿Sabe usted que los esquimales distinguen todas las tonalidades del color blanco, más de veinte? En el níveo ártico desarrollan la habilidad para percibir mínimas variaciones cromáticas, lo que les ayuda a sobrevivir en tan difícil ecosistema. Para un foráneo es difícil diferenciar más de dos o tres matices del paisaje polar.

En la colorida Colombia, por el contrario, la inmensa mayoría de los ciudadanos ve un mundo bicolor en materia de política: sólo existe la derecha y la izquierda, el blanco y el negro, buenos y malos según su postura política. Algunos entrevén un tercer tono el centro del espectro, como si fueran visitantes del Polo Norte.
Colombia está en un mundo binario en el cual no caben opciones distintas. A este fenómeno, común acá si todas las naciones, pocas personas escapan a ello. Hace una semana, el columnista Rodolfo Arango hizo un interesante análisis que tituló "Capitalismo o socialismo, 'tertium non datur'?" (No se da una tercera cosa), significando que acá solo existen dos ejes políticos en un estrecho espectro en el cual no cabe una tercería, aunque en su escrito clama por la variedad ideológica. Arango tiene razón en buena parte; su ensayo se orienta hacia la pedagogía política, y quizás por ello solo menciona al final la necesidad de abrir el abanico de las múltiples variedades ideológicas, algunas de ellas de gran prestancia y trascendencia.
El hilo conductor de la historia nos muestra como las primeras sociedades se organizaron en torno a líderes tipo macho alfa, que dominaban a sus súbditos "a sangre y fuego": todos eran sometidos. Se pasó después a los regímenes feudales en los cuales había pocas opciones para los ciudadanos: amo o vasallo. La aparición de los burgos (núcleos urbanos) dio paso a nuevos oficios y otras maneras de entender la vida. La revolución industrial acentuó esos cambios y muchos burgueses (citadinos) pasaron a tener el dominio de la producción y control del dinero. Más recientemente, los trabajadores del conocimiento controlaron los sectores de servicios, mucho más productivos, variados e independientes. Cada cambio enfrentó la necesaria resistencia al cambio de quienes se sintieron perjudicados: los señores feudales con los burgueses, los trabajadores con éstos y luego con los industriales, y todos ellos con los "knowledgeworkers". Bueno, los banqueros ganan siempre en todos los escenarios.
Una visión más contemporánea de la política, más europea si se quiere, además de la tradicional división entre izquierda y derecha, considera otros factores críticos como las libertades individuales y económicas, autoritarismo y soberanía colectiva, construyendo una figura multidimensional distinta a las lineales o semicirculares de antaño que describían las tendencias políticas pasadas. Ahora aparecen por igual comunismo y fascismo, conservadurismo, democracia cristiana, liberalismo conservador, socialismo, izquierda progresista, social democracia, liberalismo social, estatalismo, centrismo, neoliberalismo o neoconservatismo además de otras corrientes ajenas a esa taxonomía como ecologistas, librepensadores, anarquistas, populistas, separatistas, monarquistas o caudillistas. Todavía caben "apellidos": por ejemplo, capitalismo chino, socialdemocracia europea, neoliberalismo estadounidense o socialismo bolivariano. El tema ahora no es tan sencillo como izquierda o derecha...
Resulta inútil seguir insistiendo en el caduco esquema izquierda-derecha-centro. Las consecuencias de tan pobre mirada las vemos en nuestra América Latina, en donde el viejo feudalismo plutocrático se disfrazó de democracia (en el sentido de escoger a los mandatarios a partir de listados prefabricados en los cuales el ciudadano del común pocas oportunidades tiene) y el caudillismo de cualquier pelambre florece en el fértil terreno abonado de ignorancia, carencias, pésima redistribución de los recursos colectivos (el erario), coerción y falta de oportunidades similares para la mayoría. Cuando alguien propone inclusión política simplemente, corre el riesgo de persecuciones a veces letales. Luis Carlos Restrepo, el excomisionado de paz, expone en su libro "Más allá del terror" la manera como se protege "la integridad del cuerpo social". No es muy distinto a como se viene haciendo desde cuando los primeros "homo sapiens" controlaban a sus grupos. El macho alfa actual, apalancado en las estructuras mentales colectivas de orden político-religioso imperantes en la región, posa de líder a veces mesiánico, de salvador único, del sine qua non. El nocivo ejemplar se encuentra en el vecindario pero también en nuestro entorno.
Es menester romper las antiguas férulas mentales. Si la ciudadanía de Colombia quiere la paz de verdad, debe entender y aceptar la diversidad. Cada pensamiento defiende sus intereses, naturalmente, pero estos no se reducen a una lucha entre dos colectivos ideológicos opuestos, reductos de la "guerra fría". No. Nuestro país debe eliminar la discriminación racial, de género, religiosa o política; incluir a indígenas y afrodescendientes; proteger por igual al pequeño empresario, al minifundista y al gran productor; promover educación de calidad para todos; llevar el desarrollo hasta los últimos rincones, y así sucesivamente. Y eso no es potestad de "las derechas o las izquierdas". Es un derecho de todos los ciudadanos y un deber de todos los dirigentes, sin distingo de filosofía o color político.



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