Crimea: ¿regresa la guerra fría?

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Escrito por:

Juan Galán Pachón

Juan Galán Pachón

Columna: Opinión

e-mail: prensa@juanmanuelgalan.com



La península de Crimea, concentra la atención mundial durante los últimos días, al convertirse en el centro de los recientes enfrentamientos entre dos grandes potencias: Estados Unidos y Rusia. En pocas palabras, este territorio, ha logrado poner en el debate internacional la pregunta sobre si estaremos de nuevo, ante un escenario como el que llevó en 1945, a la Guerra Fría.

Si analizáramos estos hechos en los comienzos del Siglo XX, concluiríamos que se trata de una clásica disputa ideológica entre la zona oriental y occidental del mapa y con más precisión, hablaríamos de un conflicto entre un modelo económico capitalista versus un sistema de enfoque socialista. Sin embargo, la idea de que las grandes diferencias con la Unión Soviética se reducían a conflictos ideológicos, fue superada por el teórico Samuel Huntington quien durante los 90's afirmó que el nuevo orden mundial post-Guerra Fría, estaría marcado por el choque de las civilizaciones o los enfrentamientos culturales, más que por disputas ideológicas.
Esta tesis parece armonizar con los discursos del presidente Ruso Vladimir Putin, quien ha afirmado que la península de Crimea comparte lazos históricos, culturales, lingüísticos y afectivos con su país y que por lo tanto, existe un conflicto y se justifica su solución a través de la adhesión de este territorio a las fronteras rusas. Aunque los argumentos de Putin, parecieran tener visos de legitimidad a la luz de la teoría de Huntington, es necesario ir más allá para analizar una conducta que resulta claramente violatoria del principio de soberanía e integridad territorial de Ucrania y que le plantea dilemas al derecho internacional.
Lo primero que debemos decir es que el fenómeno de choque de civilizaciones o de divergencia cultural, no es un asunto exclusivo de la península de Crimea: Pensemos tan solo en el continente Africano, el caso de Israel…Colombia, pues es innegable que aquí conviven pueblos indígenas, afrocolombianos, blancos y mestizos, gitanos e inmigrantes. Este fenómeno aunque constituye un potencial conflicto cultural, no justifica la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad de un país o la independencia política de cualquier Estado.
Por el contrario, la innegable diversidad cultural en la que nos encontramos a lo largo de la geografía mundial en el siglo XXI, debe convertirse en un llamado a la coexistencia y no, en una razón para modificar constantemente nuestro mapa geopolítico a costa de gravísimas violaciones a las fronteras de un país. El llamado es a asumir el reto de incorporar las diferencias culturales en una sociedad protegiendo sus identidades específicas, más allá de utilizar la fuerza para acabar con ellas.