Reconocimientos insuficientes

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Comencemos con las palabras del pensador, escritor y maestro argentino Domingo Faustino Sarmiento: "Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición de las mujeres en la sociedad". El sábado pasado se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Hubo un retorno al año 1911 para señalar que fue en Nueva York donde se produjo el incendio en el cual perecieron más de 120 mujeres obreras de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist. En 1910 la Segunda Conferencia de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague, Dinamarca, proclamó el Día Internacional de la Mujer, aunque la primera celebración se llevó a cabo en 1911.

A lo largo de la Historia la mujer ha sido protagonista de hechos trascendentales. Basta recordar aquí a Helena, la hermosa espartana causante de la guerra que en relato magistral apreciamos en La Ilíada. Pero dejemos atrás la mitología. La humanidad conoce las acciones heroicas de Juana de Arco en Francia. Esta valerosa mártir, al frente de un ejército, liberó a la ciudad de Orleans y derrotó a los ingleses en el siglo XV. La mujer, en fin, ha dejado huellas en las diferentes manifestaciones humanas. No podríamos reseñar sino algunos de esos aportes, como el de Marie Curie en el descubrimiento del radio, elemento químico; recibió por ello el Premio Nobel de física en 1903; posteriormente fue galardonada con el de química en 1911. En la literatura también podríamos extendernos en la ponderación de mujeres que han descollado por su exquisitez en el estilo o por la profundidad en sus planteamientos, como Marguerite Yourcenar, en Francia, autora de la obra "Memorias de Adriano", libro que tiene como característica el ser consultado por jefes de estado con el fin de asimilar esplendorosas ideas para el manejo político de las naciones.

Estas notas de hoy hubiesen podido comenzar con una referencia extensa sobre Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos o María Cano para mostrarlas como ejemplos de la lucha revolucionaria y sindical colombiana. Fueron estas mujeres, en su momento, verdaderas representantes del inconformismo y la protesta ante las injusticias sociales. Siempre quedarán sin mencionarse muchísimos casos de mujeres anónimas, pero en una fecha memorable como esta no puede dejar de citarse a la madre Teresa de Calcuta, cuya vida consagrada al cuidado de los leprosos la hizo merecedora del premio Nobel de la paz en 1979.

En el plano latinoamericano, indagando solo en la actividad literaria, encontramos a la chilena Gabriela Mistral. Era educadora, lo cual por sí solo nos habla de su vocación humanitaria. Su obra fue coronada con el premio Nobel de 1945. Con el mismo galardón, pero en el campo de la paz mundial, fue distinguida la líder centroamericana Rigoberta Menchú, orgullo no solo del género femenino sino del componente indígena que hace parte de nuestra conformación étnica. Para ella fue el premio Nobel de la paz en 1992.

Es necesario pensar en los tiempos que se avecinan, en los desafíos que afrontará la mujer en el futuro, sobre todo dentro de las comunidades o conglomerados sociales que día a día se tornan más complejos. Están presentes en nuestras mentes las modestas madres campesinas colombianas con su agobiante carga de pesares y su callado aporte a la economía del país; las desplazadas de los campos por la violencia cotidiana; las forjadoras de patria como madres comunitarias y las innumerables mujeres que con el pesado título de 'cabezas de hogar' sacan adelante a sus hijos a pesar de la indiferencia del Estado.

Nuestro saludo para todas ellas. Los homenajes que muchas reciben el 8 de marzo de cada año siempre serán insuficientes.