Del tinglado a la plaza pública

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



En Ucrania se observa una protesta generalizada, violenta, firme, con miras al cambio de gobierno. Todo ello surgió con motivo del aplazamiento que se produjo tres meses atrás, de la firma del acuerdo de asociación con la Unión Europea. Se nota principalmente en su capital Kiev, donde se han concentrado en la plaza de Maidan miles de ucranianos que vienen del Este y Oeste a expresar su inconformidad y rechazo al presidente Yanlecovich.

Se asimila esa plazoleta a la Bastilla en París, sitio en el cual se gestó en Julio de 1789 la Revolución Francesa, o la de Wenceslao en Praga escenario de la revuelta de terciopelo en la antigua Checoeslovaquia. O al ágora ateniense que dio origen a la democracia.

También a propósito del tema es preciso mencionar a la famosa plaza la más grande de China y del mundo, esto es la de Tianamen lugar contra modelo donde sucedió la masacre que produjo cerca de 2000 muertos, cuyo símbolo es el joven opositor, que se le atravesó a los tanques en una avenida. Aquí se ahogó con sangre la reprobación gubernamental.

Este país soberano -me refiero a Ucrania- se ubica en el oriente de Europa, posee órganos del poder público totalmente separados es decir el ejecutivo, legislativo y judicial. Con un territorio, el segundo en el viejo continente, con habitantes en número semejante a Colombia, pues ellos son 45 millones. Con recursos naturales y mineros que le permite un buen desarrollo de su industria.

Después de su autonomía relativa de la Unión Soviética le ha tocado pasar por situaciones de dificultad económica, pero las ha superado y tiene actualmente estabilidad en esa materia, no así en el campo político, por las razones que acabo de comentar.

Pero se ha presentado un hecho político sui generis, consistente en que ha aparecido un líder de la oposición muy original, dado que en ninguna parte del mundo se ha registrado algo parecido. Se trata de un boxeador Vitali Klitschko campeón mundial actual de peso pesado y con un hermano igualmente gladiador en el ring en el mismo peso.

Nunca han combatido entre sí, justamente por esa relación de consanguinidad y ahora aspira Vladimir quien sigue en el cuadrilátero, a ser su sucesor.

Este hombre de manejo de guantes, con 42 años, hijo de un oficial del ejército soviético, con 3 hijos y casado con una renombrada cantante pasó de buenas a primeras a convertirse en el peso pesado de la política ucraniana y de héroe nacional por causa del pugilato, ahora es la promesa política que posiblemente se enfrente en las próximas elecciones presidenciales a la encarcelada hace 7 años exprimera Ministra Yulia Timoschenco, adalid de la libertad y la justicia.

Ahora sus contrincantes son los grupos policiales y veteranos de la campaña de Kabul en Afganistán, quienes están a cargo de la fuerza de choque a las cuales confronta sin dudarlo como si fuese un adversario en las cuerdas.

Es el hombre fuerte de las fuerzas oposicionistas al gobierno actual. Se está caracterizando como un buen agitador de masas y encabeza el espíritu de lucha, que resplandece en el pueblo de mayor cultura e historia, lejos en estos aspectos del mismo ruso que los quiere someter. No cesará ni se extinguirá su alma revolucionaria hasta que pueda lograr la caída del Régimen.

Toda Europa occidental acompaña decididamente y sin interrupción a estos valerosos ucranianos, por cuanto les ha costado seis muertos y centenares de heridos. Han puesto en jaque a las autoridades de hoy. En las manifestaciones han participado con vehemencia en sus discursos líderes de otras naciones europeas.

En estas demostraciones de resistencia obviamente se encuentran los nietos de los supervivientes del Holodomor uno de los mayores genocidios perpetrados por la Unión Soviética. Una hambruna orquestada por Stalin, que exterminó a varias generaciones de ucranianos.

Quieren un gobierno paralelo al gobierno títere del Kremlin y por ende más legítimo. Quieren la Europa de los valores, la Europa del espíritu creador, la Europa de la libertad. No más vasallos del Imperio ruso. Quieren anexarse a Europa occidental. Su corazón palpita por un nuevo entorno político.

El Ministro ruso de Relaciones exteriores Serguei Lavrov defendiendo al presidente Yankelovich ha dicho "No se puede cambiar la democracia de las urnas por la democracia de las calles". Pero la presión y las multitudinarias marchas contra el sistema imperante, han sido efectivas y han dado resultado, toda vez que el Presidente ucraniano ya se pronunció en el sentido de que apoyaría un referéndum sobre los puntos más sensibles: Reforma de la Constitución y del modelo de Estado.

Todo el Oeste de Ucrania respalda ciento por ciento a los opositores. En cambio el Este es proclive con Rusia. Por ello los de la oposición pregonan el federalismo. Moscú solicita que lo dejen intervenir en el conflicto y Europa occidental y los Estados Unidos manifiestan su adhesión a las peticiones oposicionistas y reclaman el respeto de los derechos humanos. Piden igualmente la liberación cuanto antes de la mujer mártir, la ex primera ministra.

En nuestro continente percibimos situación similar en Venezuela, cada día los manifestantes estudiantiles y opositores están in crescendo. Ha habido 3 muertos y un sin número de personas con heridas graves. El malestar contra el gobierno es ostensible. Escasean los productos de la canasta familiar. La inseguridad ha creado zozobra. En síntesis la circunstancia política, social y económica es bien compleja.

En Europa el comunismo feneció con la caída del muro de Berlín y ahora Latinoamérica sigue esa doctrina ideológica en la mayoría de los países. Ciertamente los ejemplos negativos y funestos los tenemos en la vecindad.

En las próximas elecciones del 9 de Marzo para Senado y Cámara, hay que confiar en la sensatez y madurez política de nuestro pueblo y que consecuentemente en las urnas tome el camino democrático. De esa manera las masas populares nos salvarían de un socialismo siglo 21, habida cuenta de que el pueblo es superior a sus dirigentes.