Tuve una pesadilla

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Arsada

Arsada

Columna: Opinión

e-mail: armandobrugesdavila@gmail.com



Soñé que en un extraño país del planeta la gente corría de un lado para otro buscando respuesta al aberrante caso que allí se presentaba. Nadie entendía como había sido posible que una oficial de sus fuerzas hubiese aparecido muerta con un tiro en la cabeza en una de sus instalaciones policiales sin explicación alguna.

Al parecer su madre aterrada tiene que salir de aquel extraño país dejando constancia que la asesinaron porque ella había asumido una investigación en torno a una mafia de oficiales de alta graduación dedicados al tráfico de favores de carrera o de otra especie a cambio de servicios sexuales humillantes. Los ciudadanos comunes y corrientes no entendían que esa oficial iniciara esa investigación a motu propio, pero al respecto no se decía nada. Todo daba a entender que a ella sola se le ocurrió y punto. Pobre loca.

De pronto como sucede siempre en las pesadillas me encontré con que en ese mismo país una revista.com, muy conocida por sus denuncias, lanzó una primicia que hizo que sus ciudadanos ya de por si acríticos por doping mediático se olvidaran de la oficial de la Policía y pusiera toda su atención en una nueva aberración.

La revista había descubierto después de un año de juiciosa investigación, que en un local de fachada comercial, como es lo usual y apropiado en estos casos, se venían realizando interceptaciones telefónicas no solo a políticos y dirigentes populares sino también al presidente de la República de aquel insólito país.

¿Cómo así? Fácil, dado que el gobierno de aquel país se encontraba en unas negociaciones de paz con un grupo que se había alzado en armas hacia algo más de 50 años y cuyo proceso se realizaba en una isla cercana y la comisión gubernamental que allí ejercía sus funciones a nombre del gobierno era al parecer otra de las interceptadas, es de suponer que hasta el mismísimo presidente estaba siendo interceptado. El escándalo resultaba mayúsculo habida cuenta que el operativo delictuoso señalaba como autores "materiales" a la inteligencia militar del Estado.

En la pesadilla la misma revista señalaba que había logrado establecer que tras las revelaciones que ella había hecho, los jefes de la fachada habían negado a sus superiores la existencia de tal unidad e incluso del allanamiento mismo.

Pero en las primeras de cambio dos generales de brigada fueron relevados de sus cargos, pero de manera por demás curiosa el ministro del despacho correspondiente manifestó que ello les había sucedido más por falta de criterio, pero por el momento por nada ilícito. Mas en aquella extraña pesadilla no recuerdo que el ministro explicara que quería decir con "falta de criterio".

Pero en aquel maremágnum de sucesos que suelen acontecer en las pesadillas recuerdo algo que no parecía ser una situación muy lícitas y es aquella durante la cual uno de los detenidos se identificó con cedula falsa y al verse sin salida no tuvo más remedio que identificarse como miembro de la inteligencia militar.

Mientras que su presidente daba la cara en los noticieros tratando de dar explicaciones a la opinión pública de aquel vergonzoso suceso y pedía claras y prontas explicaciones a las instancias militares, a su ministro de Defensa que le acompañaba ubicado detrás a su izquierda le bailaban los ojos como vendedor de perehuetanos. Miraba a los lados, al techo, al piso, pero a su jefe y a la cámara casi que los evadió todo el tiempo. Mala cosa, pensé en mi pesadilla.

El último gesto que le vi antes que cortaran la noticia fue remojarse los labios con la lengua. La cámara lo captó plenamente. En mi pesadilla lo vi clarito. Lo recuerdo como si lo estuviera viendo. No había duda, estaba nervioso. Sólo él sabría por qué. En ese momento, asustado, me desperté pensando en lo complicado que sería vivir en un país así. Y como anunciaban las películas mexicanas en los años 50: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.