Una buena manera de promocionar cultura

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Arsada

Arsada

Columna: Opinión

e-mail: armandobrugesdavila@gmail.com



Por estos días venía viajando en una de las incomodísimas busetas que en la ciudad monopolizan el transporte urbano, pensando sobre nuestra situación tan precaria en lo que a sentido de pertenencia e identidad cultural se refiere, no sólo de nosotros los samarios sino de los colombianos en general.

Para nadie es un secreto, que los pueblos exitosos lo han sido en la medida en que han sabido alcanzar, en primera instancia, la soberanía alimentaria, priorizando la producción de alimentos originarios en tanto que facilitan su cultivo, elaboración y consumo.

Satisfecha la población en esta necesidad primaria por excelencia, luego han procedido a implementar políticas para producir valor agregado a esos productos y así ofrecerlos al mercado internacional con el propósito de fortalecer su mercado de divisas, tan necesario para la adquisición de productos que requerirían para mejorar la calidad de vida de su población y que no les es fácil producirlos a ellos por limitantes naturales.

Obviamente, que esa política de generar valor agregado sólo la logran previa la implementación de una agresiva política educativa, orientada a la adquisición del placer por el conocimiento y mediante el mismo, lograr el acceso a la creatividad y con ella alcanzar los niveles tecnológicos que se requieren para producir valor agregado a sus productos originarios, de forma tal que se sean competitivos en el mercado mundial.

En Colombia, el Magdalena y Santa Marta más específicamente, hemos venido haciendo todo lo contrario: producimos y exportamos materias primas, nuestra educación está fundamentada en modelos extraños y retardatarios, situación que aprovechan los gobiernos cretinos para echarle la culpa a los maestros y de la tecnología ni hablemos.

Esta es la razón por la cual, desayunamos con pan de harina de trigo, cuando bien lo podríamos reemplazar con ese delicioso tubérculo conocido como yuca, o el maíz, el plátano o la papa, en sus diferentes preparaciones: arepas, bollos, guisos, etc.

Pero no; a eso nos enseñaron los invasores y ahí estamos botando divisas. Ya el café nos lo traen de Vietnam. Mientras los gourmets de todo el mundo utilizan el tamarindo en sus recetas más famosas, aquí este fruto está casi que en vía de extinción.

El aceite de coco lo producen industrialmente no en la costa Caribe, donde se encuentran las coqueras más importantes del país, si no en Antioquia. Con dos océanos, la mayoría de la población colombiana ignora que las algas no sólo son una inmensa fuente de proteínas, sino que además se cultivan y consumen como cualquier otro vegetal…

De pronto, mi pensamiento fue abruptamente cortado por un muchacho con pinta de rapero urbano, que a diferencia de los otros no comenzó ofreciendo sus dulces, pero tampoco cantó como es lo usual. Este joven con una muy buena dicción comenzó a narrar la historia de Santa Marta, desde la llegada de Rodrigo de Bastidas pasando por el sitio donde se erigieron las primera chozas; lo que había sido nuestro Morro tutelar antes y después de la Independencia; los diferentes Castillos o Fuertes que había tenido la ciudad durante La Colonia, etc.

Por ultimo terminó agradeciendo la atención y pidiendo una colaboración económica del público. Me pareció genial la idea. Y aunque soñar no cuesta nada, me puse a pensar lo bueno que sería, por ejemplo, que a los muchachos de Bachillerato Turístico se les pusiera como trabajo complementario, una actividad similar que permitiera a los samarios y foráneos, turistas o no, conocer la historia de la ciudad.

Qué mejor manera de crear identidad cultural. Obviamente que no se les recargaría a los padres de familia el costo que tal acción requiriera, antes por el contrario, la Alcaldía Distrital debería asumir no sólo la organización si no también los costos que el ejercicio implicara. Mejor dicho, cómo organizarla sería otro cuento.

Se puede hacer de muchas otras maneras, incluso con los mismos muchachos que ofrecen los dulces o sus canciones, pero obligando al Distrito a organizarlos y a los buseteros a colaborarles. Qué bueno sería que el Distrito ubicara a este joven y le propusiera ponerlo al frente de la organización de esta actividad turística y cultural por excelencia.