La historia como norte y orientación

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



Todos debemos procurar en la medida de lo posible en conocer la historia del mundo y de nuestro país, con el fin de que se entiendan muchos fenómenos políticos, económicos y sociales, se tenga claridad conceptual sobre los hechos y además de ese modo no incurramos en errores, que han sido reconocidos por los expertos, pero que se vuelven a suceder, precisamente por simple desconocimiento e ignorancia de cómo fueron las cosas y que repercusión tuvieron en determinado momento.

Cuando nos sentamos a discutir, analizar y entablar un dialogo de carácter político, sobre el tema que sea, lo primero que es necesario conocer a fondo es con quien vamos a estar en el conversatorio, cuáles son los temas que se van a tratar, cual es la posición ideológica de sus interlocutores, cuáles han sido sus experiencias en el campo objeto de esas conversaciones y por último tener la certeza absoluta de que no vamos a entregar nuestras convicciones, nuestro pensamiento, nuestra conciencia, sino que por el contrario, nuestro sentir es que no permitamos que las ideas de quien está al frente, nos las impongan y consecuentemente el manejo, las conclusiones y definiciones tan sólo beneficien a una de las partes.

Sí se actúa dentro de los parámetros de ceder, de entregar, de facilitar, de que sintamos que el contradictor es el que tiene la razón, es mejor no estar en la mesa, por cuanto lo único que estamos haciendo es dándole categoría e importancia a los otros intervinientes y allí no se oye sino una sola voz, un solo criterio y un solo punto de vista. Somos convidados de piedra y ocurre que la piedra es la enorme roca que nos está cayendo encima.

Pero lo grave es que el peso del peñasco se siente en el alma y en el cuerpo de quienes asisten, pero eso sería lo de menos si el golpe fuese solamente personal, dado que lo reciben son a quienes ellos representan, es decir a un pueblo que confía en sus gobernantes y en sus representantes.

Los espectadores objetivos, que no tienen acceso al escenario de los acontecimientos, esto es los que están por fuera del mismo, se enteran de lo sucedido por conducto de la parte beligerante y actuante, la que muestra su opinión diáfana sobre cada uno de los asuntos que se están ventilando y los otros participantes como un eco se manifiestan para hacer ver que no tragan entero.

En un lado hablan todos, toda vez que entre ellos sí hay unidad de de criterio, saben para donde van, no ocultan sus intenciones, tienen una hoja de ruta que cumplen a cabalidad, como suelen hacerlo aquellos que ideológicamente se encuentran comprometidos con su causa de ayer, hoy y siempre.

Sus opositores si es que se les puede endilgar ese nombre, se pronuncian con un solo vocero, a los demás integrantes de ese grupo no se les ha oído la voz. No olvidemos que el que calla otorga. El portavoz de ellos hace saber que todo va bien como lo dice el Pibe Valderrama, a pesar de las diferencias. Sale a la luz pública el número uno del equipo dos por llamarlo de algún modo, tan pronto como hay un pronunciamiento del otro conjunto o facción, de tal suerte que los que llevan la batuta como si fuese una orquesta son los que verdaderamente tienen una dirección, un objetivo y naturalmente consiguen lo que se proponen.

A los unos los ganadores el tiempo no los apremia, así lo han sido en todos los procesos o conversaciones en los cuales han participado, por ejemplo en el conflicto de Vietnam los vietnamitas tomaron en Paris en arrendamiento una casa, mientras los americanos pensando en que todo se resolvería en el término de la distancia se alojaron en un hotel. Se vislumbra algo parecido en nuestra situación de ahora.

Si uno evidencia y es una verdad de a puño que se está perdiendo la guerra, pues toca hacer lo que se está haciendo, pero no es así y contrariamente la postura de quién está venciendo debería ser la de establecer las reglas del juego y tener la iniciativa. Más desgraciadamente la disposición dominante, que se refleja, es que el que está casi en aniquilamiento militar, se ha crecido y ha logrado todo en el ámbito político, judicial y ahora en la mesa ubicada en una isla que también los favorece porque son ellos mismos con distinta nacionalidad.

Como bien lo afirmaba Jean Francois Ravel, la mentira es un arma y la tapan con la violencia y esta misma la ocultan con la mentira. Por eso ellos sin ambages se atreven a decir que no reclutan menores, no cometen atentados terroristas contra la población inerme y contra los municipios, no vuelan oleoductos, no son secuestradores y lo afirman como si fuera cierto y del otro lado no hay objeción alguna.

Pasan de victimarios a víctimas, así los malos son los buenos y los buenos son los malos. El cinismo los caracteriza. Pero lo peor es que una falacia difundida por todos los medios de comunicación y en forma insistente empieza a crear la duda. Qué triste este panorama, lamentablemente es la realidad que estamos observando.