Bigotes y barbas

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



"Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar", es un dicho popular que nos previene de lo que pueda sucedernos en situaciones similares a las de nuestros semejantes. Tanto que, con motivo del rescate económico de Chipre en 2013 salió un refrán paródico: "Cuando los ahorros de los chipriotas veas merkelear (de Ángela Merkel, la canciller alemana), saca los tuyos del banco y ponlos bajo el sofá". Bigotes y barbas han sido famosos en la travesía de la historia. Moliére decía que "del lado del poder están las barbas".

Nuestros cavernarios antepasados blandían un garrote en una mano mientras se acariciaban sus barbas con la otra, como señal de mando. Asirios y egipcios tenían barbas muy bien cuidadas según lo reflejan pinturas y esculturas.

El faraón Totmes III era tan blando al mando que su suegra, quien ejercía el poder efectivo, se mandó hacer un busto en la que aparece con barbas, es decir, "con los pantalones bien amarrados". ¿Estará ahí el origen de la suegrocracia?.

En el Museo del Louvre se pude observar la estatua del mayordomo Keti, de la VI dinastía, una de las más antiguas representaciones de un personaje con un bigote, corto y bien cuidado. Griegos y romanos, en cambio, tenían sus rostros libres de pelos en la cara, con algunas excepciones como los médicos Galeno e Hipócrates, o el emperador Nerón.

Pelambres en la tez han logrado fama. Por ejemplo, Carlomagno, llamado "el de la barba florida". El Papa Clemente VII se la dejó crecer copiando a Francisco I de Francia, quien con ella ocultaba una cicatriz en el rostro. Caso contrario fue el de Guillermo Duprat, cuando recién nombrado cardenal debió rasurar sus bien cuidados pelos para posesionarse de su catedral.

Hablando de Francia, las barbas florecieron durante el reinado de los Valois, pero luego pasaron de moda. Bajo el mando de Luis XII se usaba el pelo bajo el labio inferior (llamado "mosca") y desapareció después de Luis XIV. Los húsares, caballería ligera húngara, usaban la cabeza rapada con un jopo (mechón de cabello en la frente, no lo que pueda estar imaginando) y bigotes caídos.

Desde finales del siglo XVII hasta principio del XIX fue común el rostro rasurado. El uso de la barba decayó y aparece el bigote, que se pudo de moda a partir de 1830, aun cuando a los abogados les era prohibido usarlos en los tribunales franceses. Ah, las prohibiciones y sus consecuencias: en alguna ocasión, los meseros parisinos exigieron su derecho a usar bigote, el cual se les había negado (siempre hay alguien metiéndose en la vida ajena), y después de una huelga general, su derecho les fue reconocido.

Según la época, barbas y bigotes -de buen cuido, claro está- han sido señal de clase, sabiduría, autoridad o poder, y en muchos casos, marca al personaje definitivamente. Célebres han sido las barbas de Freud, Orson Wells, Rasputín, Van Gogh, Fidel Castro, Shakespeare, Lincoln y Osama Bin Laden, y los mostachos de Gabito, Clark Gable, Dalí, Marcelo Mastroiani, Charles Chaplin, Hitler, Einstein, Fred Mercury, Stalin, Vicente Fernández, Groucho Marx, Gengis Kan, Nietzsche y Pablo Escobar, entre muchos famosos.

Personajes cómicos como Don Ramón (el del Chavo del ocho), Fu Manchú y Cantinflas, o de tiras cómicas Súper Mario Bros, Mandrake y Doña Tremebunda (la "suegra" de Condorito) se identifican por sus singulares bozos. Tiroleses, italianos (napolitanos especialmente), húngaros e ingleses han lucido bigotes característicos.

Con 27,9 cm. de longitud, la estadounidense Vivian Wheeler tiene la barba femenina más larga del mundo pero no compite con el indio Swaran Singh: 2,37 metros. El mayor bigote, con 4,29 pertenece a Ram Sing Chauhan, también de la India.

El invento de los hermanos Kampfe (la primera máquina de afeitar realmente "segura"), perfeccionado luego por King Capm Gillette permite hoy mostachos y barbas de singulares diseños. Los políticos colombianos son poco dados a usar barba y bigote, aun cuando los personajes del siglo XIX lucían frondosos mostachos y luengas chiveras. José María Campo Serrano, el único presidente samario, tenía un frondoso mostacho.

Casi a mediados del siglo pasado, Olaya Herrera rompe la tradición de presidentes bigotudos que regresa con el conservador Guillermo León Valencia y luego con su copartidario Andrés Pastrana. Fue exhibido ocasionalmente por Eduardo Santos y Roberto Urdaneta. Lo lucían los candidatos presidenciales asesinados, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro. Actualmente, Antanas Mockus, luce una barba distintiva como fue la de Rafael Núñez.

Abraham Lincoln hizo su campaña sin barba; Grace Bedell, una niña de doce años es la responsable de que el recién posesionado presidente la usara para siempre. José María Aznar durante una conversación telefónica con G W Bush en 2003 en apoyo a la invasión estadounidense a Irak -tomada del libro "Plan de ataque" de Bob Woodward-, soltó la frase que daría para burlas en todo el planeta: "Cada vez que tomes asiento en tu despacho recuerda que estamos contigo. Siempre tendrás un bigote cerca de ti".