El paraíso de las drogas, un infierno

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Clemente Ferrer Roselló

Clemente Ferrer Roselló

Columna: Opinión

e-mail: clementeferrer3@gmail.com



Diversas instituciones muestran un acrecentamiento en el consumo de drogas. Dicho incremento está acompañado por otras manifestaciones, como son el declive en las edades de la experimentación, el ensanchamiento de los consumos por una franja de clases sociales.

Los permanentes crecimientos de los consumidores, cada vez más prematuros, de cánnabis, de cocaína y de diversas drogas lúdicas y estimulantes, no pueden ser analizados de forma simplista. Ni se dilucidan por motivos de accesibilidad o del ensanchamiento de proveedores clandestinos.

La dilatación del consumo está más enlazado con un contexto social y cultural que inspira las conductas de; la ausencia de valores trascendentales, una cultura consumista, unos alientos epicúreos, un canje en los estilos de vida, una fantasía de gratificaciones y una pavorosa deserción ante las contrariedades, una instalación en un presente por disfrutar, una carencia de los apremios del autocontrol responsable... todas ellas son particularidades que limitan los efectos nocivos que son producidos por el llamado "estado de bienestar".

La extensión de los consumos irá escoltado por un acrecentamiento de problemas. Existen muestras de cómo estas dificultades se están agrandando en la esfera de la salubridad y los problemas se propagan al medio sanitario. Siendo significativos, por gravedad y asiduidad, la adhesión a las drogas, las baraúndas médico-biológicas, las alteraciones psiquiátricas y las catástrofes trabadas al consumo de estupefacientes, no son ni los únicos peligros ni los más amenazantes.

También hay que destacar la dificultad sobreañadida de que, para la unión de la familia, supone la presencia del consumo de drogas.

De un consumo de los primogénitos y que los padres subsisten entre la zozobra y la ignorancia; de un consumo de los propios progenitores, que destruyen en los jóvenes la viabilidad de descubrir unos topes para dominar el propio tanteo.

Todo ello, crea arduos obstáculos a unas familias que, por las ciertas mudanzas sociales, están forzadas a edificar nuevos referentes y nuevos endereces.

La droga cuanto más se consume más imperiosamente se necesita, el vendedor engaña al joven incauto con que le llevará al paraíso, pero se calla el precio que deberá pagar; su propia autodestrucción, el deterioro físico y psíquico, que transformará el paraíso de unos instantes, en un prolongado e insoportable infierno.

Desarraigar el cáncer social y personal que supone el consumo de drogas no lo conseguirán, solamente, las campañas publicitarias, debemos luchar todos contra la droga. La droga se erradica entre todas las personas que componemos la sociedad.