Por un Congreso admirable

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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



En mayor o menor medida, absolutamente todo afecta a la política en su más amplia expresión y por tanto también en su máximo mecanismo: las elecciones. Por eso es absurdo pretender que dada su trascendencia las negociaciones de La Habana no sean protagonistas del próximo certamen electoral, para mal o para bien.

Esto, mucho más si se tiene en cuenta que el Acuerdo revelado hace una semana habla expresamente de participación política, oposición y mecanismos y órganos electorales. Al fin y al cabo, un viejo anhelo de los colombianos-con algunas excepciones- ha sido una mayor apertura política y una real transparencia en campañas y elecciones.

Por otro lado, los avances del proceso de paz no dejan duda hoy de que Colombia requiere de un próximo Congreso fuerte, conformado por líderes de gran peso; en una palabra: de un Congreso admirable como nunca antes se ha necesitado. En ese Congreso se desarrollarán gran parte de los acuerdos de La Habana, tanto en su formalización como en contenidos sociales. Pero en especial, tendrá que ser un Congreso que le dé expresión al descontento popular de los últimos años conectándose con los sectores políticamente expósitos.

Con contadas excepciones, en Colombia los altos dirigentes políticos tienen al Congreso como una escala más hacia la Presidencia o como un premio de consolación, pero no como un órgano poderoso mediante el cual pueden cambiar el rumbo del país. La Constitución da al Congreso funciones trascendentales, si se quiere incluso más que las de un presidente en muchos aspectos, en especial por su naturaleza colegiada y su cordón umbilical con las regiones y los sectores sociales. Claro que es susceptible a la mermelada del gobierno, pero este también necesita y consume la mermelada del Congreso, mermelada que no siempre es mala y cuyo intercambio en el buen sentido puede significar un sano equilibrio.

En Colombia casi todos los políticos quieren ser presidentes y muchos consideran un fracaso de vida no serlo. De hecho, los ciudadanos muchas veces lo piensan así. ¿Cuántas veces no hemos oído lamentos porque fulano no pudo ser presidente o el elogio nostálgico de que perano fue un "presidenciable"?

Difícil acabar con ese anhelo o creencia, pero si en algún momento histórico Colombia ha requerido que tal pretensión se aplace al menos cuatro años, es ahora, precisamente por el Congreso que requiere el post conflicto y los convulsionados movimientos sociales de los últimos meses.

Por eso la sensatez de la carta "Último llamado" que la politóloga Claudia López envío a Navarro, Peñalosa, Mockus y Sudarsky en el sentido de que dadas las condiciones actuales cuando se requiere ese Congreso admirable, aplacen sus merecidas aspiraciones presidenciales y encabecen una lista al Senado, no solo para que el presidente Santos sea reelecto porque es la persona más indicada para culminar un proceso de paz que él comenzó y cuyo resultado debe ser el máximo anhelo nacional, sino porque el Senado necesita personas como ellos. Su calidad de estadistas la deben demostrar ahora, poniendo a Colombia por encima de sus sanas aspiraciones. Es que, repito, también el Congreso necesita estadistas presidenciables.

Ello sería además un estímulo para otros dirigentes de peso que con esa selecta conformación verían al Congreso como un escenario clave, lo cual les daría además gran postín, estratégico para cualquier político. Sea por la razón que sea, esa decisión ya la tomaron el expresidente Uribe y Horacio Serpa.

Al momento de escribir esta columna Sudarsky y Mockus han respondido la carta de Claudia López dejando abiertas las posibilidades, Navarro dice no (por ahora, digo yo…) y no conozco respuesta de Peñalosa. Señores: muestren de nuevo esa grandeza que tienen, el país los premiará con creces para otros menesteres en un futuro, pues futuro es lo que hay si líderes como ustedes toman hoy las decisiones más adecuadas para Colombia.