Grupos simbólicos militares

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



La carrera militar es quizás la única profesión que se alimenta o se nutre del sentimiento y por ende está íntimamente ligada al corazón. La motivación, sus valores, su honor, su razón de ser, su hidalguía, su fe en la causa noble, su entrega total a su oficio, su mística, su orgullo de portar el uniforme y recibir las armas que les da la República para la defensa de sus conciudadanos, de las instituciones, de la soberanía y de la integridad territorial, hacen que tengan conciencia absoluta de la responsabilidad patriótica, quienes han escogido la milicia como su vida y su vida ha sido la milicia.

Desde muy jóvenes siendo cadetes se empieza a sentir verdadero amor, devoción sin par por su bandera, por los himnos nacionales, de cada fuerza y de cada arma, por su daga, por su sable, por su divisa y por su lema. El infante vibra con sus fusiles, el artillero valora sus cañones, el ingeniero se enaltece con sus torres, el caballero se engrandece con sus sables. El marino sueña con sus mares y navíos y el aviador se alienta con el aire y sus aviones. Es algo muy profundo, que se posee en el alma y que hace ciertamente palpitar lo más hondo de nuestras fibras humanas.

Se entra a ella por vocación, porque se necesita saber que el sacrificio permanente, el espíritu de servicio, la dignidad proverbial, el valor esencialmente castrense, la lealtad con su Patria, con su Fuerza, con su arma y con sus superiores, compañeros y subalternos son condiciones intrínsecas del glorioso ministerio de las armas.

Cuando se deja una escuadra, luego un pelotón, más adelante una compañía, escuadrón o batería en su condición de oficial subalterno; al ser oficial superior un batallón y finalmente en el grado de General una Brigada o División y en la mejor culminación un Comando de Fuerza, sin lugar a dudas se estremece el ánimo y a veces es incontrolable el llanto que no es otra cosa que la emoción de un deber cumplido a cabalidad, pensando siempre en función de la patria.

Quienes hemos estado bajo banderas, quienes conforman la reserva activa en sus distintos grados, aquellos que han hecho juramentos de rigor en las plazas de armas, siguen recordando con cariño, nostalgia y añoranza su paso de privaciones, de grandes esfuerzos y de entrega de la plenitud de sus capacidades al ejercicio de ser soldado de tierra, mar y aire.

Esas cualidades sui generis de los militares han hecho que, en todos los ejércitos del mundo se hayan creado los grupos simbólicos, cuya finalidad es recordar, refrescar, conservar, consolidar y afirmar, la armonía, la amistad, la fraternidad y el continuar en cada una de las fuerzas y las armas ofreciendo una fervorosa veneración a todo aquello que eleve el espíritu y que integre a los oficiales activos con los que se encuentran en la reserva en actividad, para que todos en conjunto sigan funcionando en aras de los altos ideales de altruismo, civismo y patriotismo.

La historia de esos grupos, es la que los hace más importantes, respetables y de mayor relevancia y por esas razones, no se puede advertir, visualizar u observar una tergiversación o deformación de los hechos históricos, por cuanto los mismos obedecen a situaciones ciertas, veraces, comprobadas, auténticas y no hay lugar a sentidos diferentes del real, o interpretaciones acomodaticias. La historia de hoy se escribirá mañana. No se pueden confundir a las nuevas generaciones distorsionando las realidades históricas. Jamás puede haber inexactitudes históricas.

Por lo que se refiere al génesis de estos grupos simbólicos en Colombia, el primero de ellos fue fundado por el General Rafael Hernández Pardo en su calidad de Ministro de Guerra de la época, mediante resolución 001 del 4 de diciembre de 1959, por la cual se nombró a una comisión de artilleros de la reserva, para que con fundamento en los estatutos de ese tipo de organización en Chile, se plasmara la idea que él tenía en cuanto a la formación del Grupo Santa Bárbara.

Siendo así las cosas, posteriormente esa junta artillera procedió a la elaboración de un Reglamento orgánico, aprobado por unanimidad por todos los artilleros presentes en la reunión que tuvo lugar para esos efectos. De esa manera se dio inicio a este grupo simbólico de la Artillería.

Más tarde el 18 de octubre de 1963 se ratificaron los estatutos con toda solemnidad y se levantó un acta de fundación. Por eso es que se acaban de conmemorar los 50 años de su existencia formal y en el año 1978 empezó su conformación legal, es decir su personería jurídica.

Con ocasión de este aniversario es oportuno, justo, conveniente y necesario rendir un sentido homenaje a su creador, a quien tuvo la iniciativa, quien generó la inquietud y quien produjo el acto que originó este grupo, se trata simplemente de un reconocimiento al General Hernández Pardo por su autoría o materialización de un pensamiento plausible.

Hoy por hoy ya están funcionando otros grupos simbólicos que siguieron el ejemplo de la divisa negra, tales como el Regimiento San Jorge de la Caballería, el José María Córdova de la Infantería, El Francisco José Caldas de los Ingenieros, el Interlanza de los Lanceros y naturalmente las armas no combatientes también organizaron su Grupo.

Las otras fuerzas la Armada y la Fuerza Aérea en igual forma constituyeron los grupos que unen la espiritualidad, la hermandad, la solidaridad y el encuentro social y cultural de los hombres de armas.