Tristeza jurídica

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Pensé en vergüenza jurídica como título de esta columna pero me pasé a tristeza, pues esa vergüenza, que de todas maneras aún existe, pasó a tristeza ante la nostalgia, el temor y el desconsuelo. Me surgen esos y más sentimientos del reciente episodio destapado en Bogotá en el cual varios funcionarios judiciales, entre ellos dos jueces, fueron capturados por arreglar procesos penales.

Vergüenza, claro, porque eso me produce ver un país donde la magnificencia de la justicia ha tomado esos caminos oscuros que precisamente debe combatir. Temor, obvio, porque uno como ciudadano se siente desprotegido y frágil frente a cualquier posible montaje. Nostalgia, sin duda, porque como abogado ese no fue el Derecho ni el sistema judicial que me enseñaron y que me hizo abrazar dicha profesión.

Y desconsuelo, por supuesto, porque si la sal se corrompe, ¿qué esperanza tenemos de que este país tome algún día la ruta debida? Es imposible que un país funcione en cualquier área con semejante justicia, así solo sean unos pocos los corruptos y existan tantos funcionarios judiciales honestos, capaces y valientes.

Sé que no es la primera vez que descubren estos hechos, tampoco he sido ajeno a los rumores que circulan sobre los precios de la justicia en Colombia y he leído también que este episodio es solo la punta del iceberg y que está regado por todo el país.

Sin embargo, ver el hecho descrito en la prensa y observar a los funcionarios sindicados, al igual que escuchar a quienes los descubrieron, le pone sal a una herida ciudadana abierta hace mucho. La sal corrompida hace arder con dolor inmenso esa herida que es Colombia.

(Porque hechos como este refuerzan la idea de que nuestro país es una herida, recordando al gran Miguel Hernández: "Llegó con tres heridas: / la del amor, / la de la muerte, / la de la vida/…". Nosotros llegamos con cuatro heridas: La del amor, la de la muerte, la de la vida, la de Colombia).

Recuerdo mi primera decepción cuando supe que famosos abogados autores de libros que yo estudiaba en la universidad estaban asesorando mafiosos. Algunos de esos respetables juristas incluso cayeron abatidos por balas amigas o enemigas. Uno todavía encarnaba la imagen de la justicia en esa airosa dama, vendada y con una balanza y una espada.

¿Ahora quién podrá defendernos? ¿En quién podemos confiar? Este tipo de hechos disminuye la calidad de vida de los ciudadanos porque causan un temor permanente.

¿Culpables?, muchos, quizás todos como siempre decimos ya sea con razón o para evitar afrontar el problema ante su enormidad. Sin embargo, entre tantos culpables hay un sector que debe preocuparse e iniciar acciones de todo tipo en lo que le corresponda del tema: las universidades y sus programas de Derecho.

Algo está fallando allí. La formación que están dando a los abogados no es la que requiere un país como Colombia en donde se necesita un abogado con mayor responsabilidad social y con mayor conciencia de su trascendental papel como pieza clave en la construcción de una sociedad resquebrajada y corrupta. No es solo formar casi que "técnicos" en leyes como está sucediendo en muchos casos cuyos resultados vemos en la prensa.

La ley y el sistema judicial tienen un sentido y un objetivo: la justicia. Me pregunto si ese mensaje le está llegando a los estudiantes de Derecho por parte de profesores y directivas de programas de Derecho. Es una reflexión, pero empecemos por ahí mientras, claro, enfrentamos el problema con la misma justicia (¡qué paradoja o ilusión!) y con decisiones políticas de las cuales los ciudadanos seremos los primeros responsables en las próximas elecciones.

Instrucciones mínimas: El año entrante al votar por candidatos al Congreso recordemos aquellos que malograron o intentaron aprovechar la escandalosa reforma a la justicia del 2012.