Teodora no tiene futuro

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



En mi columna anterior afirmé que en el mundo no hay espacio para la guerrilla, y que por esto en el caso de Colombia, estaba llamada a desaparecer. Paso a sustentar lo dicho.

La guerrilla por definición es transitoria, y por lo tanto tiene un ciclo de vida bastante corto. La lucha guerrillera en Colombia lleva más de cincuenta años, lo que evidencia su fracaso.

Las guerrillas tenían una función más psicológica que militar, que consistía en servir de catalizadoras del fervor popular y empujar un levantamiento que lograba cambiar el sistema. Así sucedió en Cuba y en casi todas las revoluciones que tuvieron participación guerrillera. Una revolución que se queda en la etapa guerrillera, es una revolución que fracasó.

Cuando la guerrilla en Colombia no cumplió con sus objetivos y su función, sucedieron varias cosas. La primera, es que se convirtieron en fuerza militar permanente que pretende derrotar al estado militarmente. Segundo, como no lograron el apoyo popular, entonces recurren a la intimidación, al reclutamiento forzado y al terrorismo, para lograr por la fuerza y el miedo que la población les colabore. Y por último, el estatus de permanente hizo que la ideología pasara a un tercer plano, y que la necesidad de financiar la organización fuera la prioridad. Esto dio inicio a un proceso degenerativo que lenta e imperceptiblemente conllevó a la criminalización de la organización.

En lo atinente a los cambios del entorno que impactaron la lucha guerrillera, Colombia y el mundo experimentaron cambios dramáticos desde que las Farc fueron fundadas, quitándole toda razón de ser a la lucha armada. Esto hace que la guerrilla, como parte de un proyecto revolucionario, no tenga futuro en Colombia. Incluso podría afirmarse que la guerrilla como tal, desapareció en Colombia hace rato. Lo que tenemos hoy son fuerzas irregulares o bandas criminales.

¿Qué cambió en Colombia? La Colombia de hoy es un país urbano, un país de ciudades que hace inviable que el modelo guerrillero pueda hacerse con el control de los centros de poder.

Además, el país ha evolucionado políticamente, abriendo espacios para que minorías políticas y étnicas, participen activamente en política, en muchos casos con bastante éxito. Hoy la izquierda puede llegar al poder en las urnas, como ya ha sucedido.

Internacionalmente, la evidencia existente desde la revolución Bolchevique hasta hoy, demuestra sin lugar a dudas la incapacidad genética del socialismo para crear riqueza y generar bienestar social. La Venezuela actual es el más reciente y fehaciente ejemplo de ello. La izquierda democrática actual reconoce esta realidad, y por esto ha desarrollado postulados ideológicos y proyectos políticos enfocados a lograr una mejor distribución de la riqueza y la reducción de la desigualdad social.

Hoy las revueltas y las protestas sociales son espontáneas y se hacen con Twitter y por redes sociales. Donde han tenido éxito, ha sido porque existían realmente condiciones socio-económicos y situaciones de opresión que las justificaban. En Colombia esa justificación nunca ha existido, a pesar de todas nuestras históricas falencias como sociedad.

La guerrilla surgió en Colombia como un embeleco ideológico importado que fracasó hace más de cuarenta años. Las fuerzas irregulares, mal llamadas guerrillas, han vivido con grandes contradicciones la mayor parte de su historia: delinquiendo para enriquecerse ellos, y a su vez haciendo todo lo posible para empobrecer al país. Hoy son más delincuentes que revolucionarios.

En La Habana, que a nadie le quepa duda, estamos negociando con delincuentes aunque formalmente nos toque pretender otra cosa. Las Farc y el Eln pueden escoger entre desaparecer en una mesa de negociación con elegancia y la frente en alto, o desaparecer a manos de las fuerzas armadas y por muerte degenerativa natural. La mayoría de los delincuentes no tienen tanta suerte.