Caín y Abel

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Los restos de Fidel Castaño fueron finalmente encontrados y exhumados, sin embargo, la verdad sigue enterrada. ¿Cuál verdad? Quiénes fueron, son, los verdaderos jefes de los paramilitares y con quien hicieron alianzas.

En Colombia es difícil desenterrar verdades, porque hacer un repaso de la historia de nuestra violencia equivale a hacer un repaso de las ambiciones y deseos de unos pocos, y a estos pocos no les gusta quedar en evidencia.

Decir la verdad en Colombia puede costar la vida, máxime cuando como en este caso, los principales sospechosos de esta barbarie se han preocupado por volverse intocables a fuerza de mantenerse vigentes políticamente y detentar gran poder. El teflón de la intocabilidad.

En algunos casos hemos tenido que esperar mucho tiempo para comenzar a desenterrar algunas verdades. Por ejemplo, en los casos del asesinato de Galán y la toma del Palacio de Justicia. El país con sus débiles instituciones tiene que esperar a que los intocables dejen de serlo para tratar de hacer justicia; y todo apunta a que el paramilitarismo no será la excepción.

En una historia en donde lo más decente de contar es la historia de Caín y Abel, falta mucha indecencia por contar. Alfred Hitchcock se queda corto.

Para colocar las cosas en la perspectiva correcta, justo es reconocer que el paramilitarismo es hijo de una madre odiada y cruel, la guerrilla, y de un padre ausente, el estado. Si estos dos no hubieran estado presentes, el paramilitarismo no se hubiera dado en Colombia; basta con mirar cuales fueron las regiones en las que el poder paramilitar alcanzó mayor relevancia para comprobar lo que estoy diciendo.

Lo que comenzó como un proyecto de legítima autodefensa de campesinos y empresarios del campo, terminó en un coctel mortal de narcos, miembros de la fuerza pública, políticos y demás. Los paramilitares pasaron de llenar los vacíos de Estado a reemplazarlo de facto en muchas zonas del país, incluso llegando a pensar en refundar la República.

Era cuestión de tiempo para que el hijo de la guerrilla y del Estado ausente se convirtiera en un monstruo que intentara devorarlos a ambos, y aunque hoy su influencia política está algo mermada, su poder intimidatorio e influencia criminal permanecen intactos en gran parte del país. Los intocables siguen moviendo los hilos invisibles del aparato criminal.

Hay que decir sin ambages que la verdad sobre el paramilitarismo nunca fue extraditada como sugieren algunos sino que sigue encarcelada por el miedo. Los muertos pasados no pueden hablar y los potenciales muertos del futuro, no se atreven; algún día alguien se atreverá y lo sabremos todo, y cuando llegue ese día, la diosa Temis aunque canosa, cansada, magullada y requetecoja, hará justicia. Entonces sabremos quién es quién y a quienes toca bajar del pedestal. De pronto hasta nos toca reescribir la historia.