La puntualidad: un valor poco valorado

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Los colombianos, como buenos latinos, tenemos la creencia de que un pequeño retraso -diez o quince minutos en cada actividad- es aceptable en circunstancias normales. En otras culturas, tales como la sociedad japonesa, o en el Ejército no existe ese margen de demora que nosotros queremos imponer. No debemos olvidar que la puntualidad es una muestra de consideración hacia las personas que están esperando.

En ciertas regiones puede entenderse que la gente llegará una hora más tarde de lo anunciado; así, pues, una reunión a las 9 de la mañana comenzará realmente alrededor de las 10; nadie se incomodará cuando todo el mundo aparezca a las 10. Pero esa costumbre no es conveniente y por eso a veces debemos someternos a las consecuencias, por no ser puntuales.

En las comunidades que valoran la puntualidad, retrasarse es equivalente a demostrar desprecio por el tiempo de otra persona y se puede considerar un insulto. Lo más grave de todo esto es encontrar personas que sienten 'distinguirse' por su impuntualidad. Para ellas llegar tarde es una forma de llamar la atención. Algunas lo expresan abiertamente: "si quieren, que me esperen", "para qué llegar a tiempo, si... no pasa nada". Estas y otras actitudes son el reflejo del poco respeto que sentimos por las personas, por su tiempo y por sus actividades.

En esta oportunidad hemos considerado necesario referirnos a este valor de la vida cotidiana para ver si podemos rescatarlo en beneficio de las nuevas generaciones, por lo menos. Napoleón Bonaparte alguna vez dio su definición sobre el concepto de puntualidad. Dijo: "La Hora es la Hora: un minuto antes no es la Hora, un minuto después, tampoco es la Hora". Comenzar con utilizar una excusa es iniciar el camino al fracaso. Hay que pensar en los demás, que nos esperan, que son importantes y tienen otras cosas que hacer.

Para el tema que nos ocupa es oportuno citar el texto siguiente, tomado de una publicación seria internacional: "El sábado 24 de junio de 1950 comenzó a jugarse la Cuarta Copa Mundial de Fútbol. Para dicha ocasión, como no podía ser menos, en la ciudad de Río de Janeiro se construyó el estadio más grande del mundo. Se le conocería con el nombre del río que transcurre justo enfrente: el Maracaná. Los accesos del estadio no se habían terminado, pero igualmente, y bajo una pertinaz lluvia, el equipo local y México dieron inicio al torneo.

El partido comenzó puntualmente aunque todavía el Presidente de la nación no había llegado con su familia. El árbitro inglés, George Reader, acostumbraba en su país a comenzar siempre los encuentros con puntualidad. Luego explicó que la prensa extranjera y los reporteros de radio estaban sujetos a un horario y que debían pasar sus informes a periódicos y emisoras en un momento fijado.

Dos semanas después, cuando se disputó el encuentro decisivo frente a Uruguay -el del famoso 'Maracanazo'-, el Presidente, su familia y un montón de otros funcionarios estuvieron sentados en sus lugares veinte minutos antes del horario anunciado para el comienzo del partido." Por costumbre suele darse margen "por cortesía" a los "demorados"; por eso no corrigen su conducta; al contrario, van ampliando los márgenes de la cortesía.

Todo lo anterior nos deja la siguiente conclusión: La puntualidad es un valor que debemos practicar para beneficio no solo personal sino de las personas que nos rodean. Ellas necesitan desarrollar sus agendas particulares de acuerdo con la distribución de su propio tiempo.