En el fondo de los paros

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Al momento de escribir esta nota no sabemos cuál será el desenlace de los paros, bloqueos o como se quiera llamar a las protestas campesinas y de varios sectores que en las dos últimas semanas se han levantado en diferentes lugares del país.

Es muy posible que haya infiltrados de diferentes lados y es claro que están animadas o desanimadas por políticos pescadores de río revuelto, pero eso no obsta para afirmar que sin duda son genuinas y desesperadas respuestas a situaciones que vienen de largo tiempo atrás -decenas de años en ciertos casos- hasta el punto de que no es escandaloso afirmar que se habían demorado. Esa tardanza tiene muchas explicaciones sociales y políticas que merecen profundos análisis de todo tipo cuyo espacio no puede ser una columna.

Recalco acá solo tres aspectos, entre varios, que las protestas pusieron al desnudo y que yacen en su fondo.

El centralismo: Son movimientos sociales que demuestran una vez más que en Colombia sigue literalmente reinando un centralismo torpe, asfixiante y distorsionador de la realidad de un país compuesto de regiones disimiles. Se nota con ver la prensa nacional, y un solo ejemplo de ello: llevamos cerca de cinco años viéndo las primeras páginas y los titulares acaparando temas como los carruseles de la "administración distrital", la revocatoria del alcalde Petro, las basuras de Bogotá, las penas de transmilenio, y hasta algunos crímenes de estudiantes y personas en la Capital, dejando en segundo plano situaciones iguales o más graves que permanentemente ocurren en las regiones, o "en provincia" que llaman allí despectivamente.

Ese centralismo, al que los medios hacen comercial eco, distorsiona la mirada de los gobernantes en un régimen presidencialista donde los poderes se ubican en la Capital. Pese a que muchos de esos gobernantes y funcionarios tienen su origen en las regiones como en el caso de los congresistas, todos caen en ese embrujo bogotano, en esa especie de enfermedad que a veces tiene algo de arribismo.

Los poderes nacionales deben comprender que Colombia trasciende las fronteras de Bogotá, para que puedan darse cuenta de cuándo se empiezan a gestar los problemas con el fin de resolverlos a tiempo, problemas que por demás son bien diferentes a los de la Capital.

Crisis de representatividad: Si los campesinos y demás colombianos que protestan se sintieran representados por los congresistas no hubieran acudido a las reprochables vías de hecho. Pero con muy pocas excepciones nuestros congresistas solo representan a sus clientelas electorales y no a las poblaciones afines por sector social o por región.

Esto también aplica, aunque en menor medida, a asambleas y concejos. Ahora, por otro lado, hay que reconocer que las competencias de los órganos colegiados están bastante minadas y por ello hay que fortalecerlos pese al temor que nos despierta darles más poder a ciertos congresistas, pero la democracia no puede ser remplazada por la parocracia.

Esto también incluye a los dirigentes gremiales que deben analizar la razón por la cual no fue con su mediación que se manifestaron estas problemáticas. Se han anquilosado. Muchos, con buenas intenciones, se han vuelto netamente gobiernistas, lo cual no es malo en cuanto a mantener las mejores relaciones pero censurable en cuanto a abandonar a sus sectores.

TLC: Ya se había advertido mil veces. Los TLC no es que fueran -sean- malos en sí, sino que tuvieron graves fallas de diseño, con especial afectación de los pequeños y medianos agricultores e industriales. Hoy en vías y plazas del país se ven los resultados de semejante torpeza cometida por varios gobiernos y dirigentes privados. Al menos, así haya sido a las malas, el actual Gobierno ha aceptado ahora varias modificaciones que esperemos sean posibles y rápidas porque ya no son de su competencia exclusiva.