La diosa del salto

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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



Muchos colombianos tuvieron la feliz oportunidad de observar en las pantallas de televisión, el campeonato mundial de atletismo en Moscú, en el cual se produjo la sensacional actuación de nuestra atleta Catherine Ibargüen, al convertirse en la mejor del planeta en el salto triple.

En la final se enfrentó o compitió con lo más granado de esa especialidad atlética. Sus contrincantes, a las cuales ya había vencido en las últimas justas de la liga Diamante en Shangai, Oslo y Estados Unidos, gozaban de favoritismo por ser localistas, toda vez que se trataba de atletas europeas. Pero particularmente la rusa Yakerima Koneva, que estaba en su casa con todo el público a su favor. Ese factor originó en buena parte que Rusia se impusiera en el medallero.

Pero la entrega a la causa, la fe, el esmero, la disciplina, el espíritu de sacrificio, su alta autoestima, su deseo de ser grande, su singular estado físico, permitió que esta representante colombiana, nuestra mejor embajadora, nos llenara de orgullo patrio.

Se oyeron los acordes de nuestro himno nacional y nuestro tricolor se ondeó en ese estadio moscovita. Demostró que era capaz y no dudó de sus condiciones, dado que siempre ha participado con mentalidad ganadora. Es una manifestación clara y contundente de lo que somos y poseemos.

Su declaración tan pronto como resultó merece-dora de la medalla de oro, es la de una mujer valiosa no solo por su triunfo sino por el contenido de sus palabras, que demuestran que es un ser humano respetado y respetable. Dijo ella "Esta victoria es fruto de un trabajo. Nada en la vida, que sea grandioso, se consigue sin un esfuerzo y una dedicación. Las cosas importantes se logran con la consagración y pasión con que se hagan".

Si se examina con detenimiento y cuidado su vida, es aún más relevante esta espectacular performance de esta deportista. Nació en Apartadó municipio antioqueño, allí creció y vivió su niñez en un barrio obrero de invasión. Su padre tuvo que ausentarse de su pueblo, para irse a conseguir el sustento por fuera de su terruño y de esa manera cubrirle su precaria alimentación y su estudio.

De igual manera su madre se marchó a Turbo, con el único propósito de aumentar sus ingresos con destino a sus hijos. Quedó en manos de su abuela, quien fue su orientadora y suplió a sus padres en forma sin igual. Quizás por ello fue la persona que dejaba translucir mayor alegría, con motivo de esta hazaña deportiva.

La descubrió el profesor Wilder Zapata cuando tenía apenas doce años, con ocasión de una visita de la liga de atletismo de Antioquia y él mismo decía que Catherine desde pequeña sobresalía y era diferente a la mayoría de los de su edad. Interviene en unos intercolegiados, donde se destaca en salto largo y logra 5,5 metros, marca significativa siendo tan joven. Allí denotó su facilidad y cualidades para el salto. Antes de cumplir los 15 años había superado todos los records nacionales, en todos los saltos en categorías infantil y juvenil.

Además practicó balón volea durante un tiempo, por cuanto siempre mostró ganas de hacer acciones en el campo de la cultura física. Al lado de su afición por los deportes, dedicaba horas al aprendizaje en aulas y en su hogar, ya que nunca dejó de estudiar.

Viaja a Medellín pensando en su porvenir atlético y encuentra eco y acogida en el Instituto de Deportes del Departamento. Allí le dan alojamiento, estudio, alimentación y recursos económicos y así ayuda a sus hermanos y a su abuela. Aparece la cubana Regla Sandrino, su primera entrenadora de verdad, con la cual hace una amistad, que las dos saben valorar. Ella la persuade de especializarse en un solo salto y se inclina por el salto alto y alcanza a pasar la vara de 1,95 metros.

Dentro de su meta de alternar las dos actividades académicas y deportivas y buscando progreso en todo sentido, ante la insistencia aceptó la propuesta del cubano Ubaldo Duany de irse a Puerto Rico a representar a la Universidad Metropolitana.

Aquí es cuando aparece su ángel de la guarda, que no es otro que este director técnico cubano, quien la convenció de que se dedicara al salto triple, pues a su buen juicio le iba a ir mejor y a partir de ese momento en forma exclusiva su razón de ser atléticamente hablando fue esa especialización.

Su mejoramiento paulatino se nota a partir del 2011 al obtener la medalla de bronce en el Mundial de Daegu en Corea del Sur, en el 2012 en los juegos Olímpicos de Londres medalla de plata y ahora en el 2013 en Moscú con la medalla de oro.

Este año 2013 le proporciona sus dos sueños que pudo materializar. Su grado en enfermería y ser la número uno en el mundo en el salto de tres enviones.

Enhorabuena para Colombia, para ella y su familia. Ha sido una gesta histórica, ejemplar y digna de imitar por las futuras generaciones. Todo lo que se quiere se puede. Todos los objetivos se plasman. Lo único verdadero y cierto es la persistencia en el esfuerzo y se corrobora una vez más la expresión de que la sencillez es grandeza, habida cuenta de que esta es una de las características positivas de esta excelente deportista.