La unión es nuestra única opción

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La marea roja era imponente con unas pocas manchas amarillas dispersas por todo el estadio. Salió el Pibe Valderrama, y con caminar quedo, mirada clavada en el terreno, recorrió el campo de juego. Un hombre difícil de leer; no se sabía si estaba pensativo, triste o lo embargaba algún otro sentimiento de esos que a veces se nos meten en el pecho a los Caribes.

Esa tarde en el estadio de la universidad de Standford ganó la selección Colombia. Para mí fue intrascendente que hubiera sido eliminada; me bastaba saber que había visto jugar a la mejor selección del mundo. Muchos de mis compatriotas, desolados lloraban en las graderías dando rienda suelta a la frustración. Más de una Pibelook, la peluca de moda de ese mundial de futbol, quedó abandonada en el piso.

El presidente Gaviria, muy al estilo de nuestros presidentes, escabulló el bulto discretamente. Era el año 1994; el año en que hasta los más pesimistas y malquerientes, tenían a la Selección Colombia jugando la final. ¿Qué pasó?

Concluyo sin provocación alguna, que eso que nos sucedió en 1994 con la selección, es lo que constantemente nos sucede a los colombianos. Ese 1994, la selección Colombia ha debido ser campeona del mundo porque teníamos todo para serlo, pero unos mal encarados acabaropa -como dicen los jóvenes- nos frustraron las ilusiones. No me refiero a los futbolistas.

En casi todas las esferas de nuestro republicano discurrir tenemos grandes frustraciones. Colombia tiene todo para ser una nación grande y poderosa, pero no lo somos.

¿Nos falta talento? No, somos un país con gente joven y muy talentosa. ¿Falta de ganas? Tampoco. El colombiano es trabajador. ¿Falta de recursos naturales? Menos. Colombia tiene dos océanos, selvas, desiertos, petróleo, gas natural, tierra fértil y agua en abundancia.

¿Entonces qué nos detiene? ¿Por qué no despegamos y alcanzamos nuestro potencial? La respuesta es la misma del 94: unos pocos delincuentes no nos dejan. Nos tienen secuestrados.

La categoría de acabaropas no admite distingos socio-económicos. Muchas veces me pregunto si en algún momento seremos capaces de ponerles un tatequieto y reclamar lo que es nuestro. ¿Será que algún día les perdemos el miedo? Y por si acaso, si no somos machos, somos muchos.

Tal vez un buen comienzo para recuperar el país, sería que cada uno de nosotros hiciera suya aquella frase del presidente Kennedy: no es el momento de preguntarnos qué puede hacer mi país por mi sino qué puedo hacer yo por mi país.

Es el momento de auto-empoderarnos para salir del desánimo, la desesperanza y librarnos de la fatiga emocional colectiva causada por la situación actual del país, y agravada por un gobierno que amenaza con sumarse a la lista de nuestras frustraciones; aunque aún no sabemos si lo hará en uno o dos actos.

La dosis de realidad diaria de extorsiones, sicariato selectivo, inseguridad y billetera en dieta rigurosa nos han hecho mella. Ya muchos claman por la paz de los sepulcros porque Uribe convenció a muchos que el plomo es la panacea. Los problemas se matan.

Santos da la sensación de estar arrinconado y desbordado por las circunstancias. Si sabe para dónde va el país, entonces es un secreto muy bien guardado. Debería por lo menos compartirlo con sus ministros.

Dando por descontado que el gobierno actual está contra la pared, creo que nos llegó el momento de dejar de andar estirando la mano para que nos den, y empezar cuestionarnos seriamente cómo podemos ayudar, qué podemos dar o hacer para solucionar los problemas.

¿Cuándo tendremos el valor cívico de unirnos todos y hacer un frente común contra todos nuestros males? ¿Cuándo será que en vez de las inútiles protestas sociales, que no son más que chantaje camuflado para nos den, vamos proactivamente a construir y propiciar nuestras propias soluciones?

Solo cuando todos estemos unidos contra los acabaropa y les hagamos frente, podremos derrotarlos. Solo confrontando nuestros miedos y frustraciones como nación, dejaremos de ser una sociedad con grandes sueños aplazados, para hacerlos realidad hoy y ahora.

Tenemos frente a nosotros el reto de unirnos, y después de unidos, mantenernos unidos. A una Colombia unida no la pararía nadie, entonces, ¿qué estamos esperando?