Salvar y matar

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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



La alegría despertada en todo el mundo cuando supimos que los 33 mineros chilenos estaban aún vivos, y el dispendioso y publicitado operativo de rescate, son una muestra más de la paradójica condición humana.

Desde hace dos largos meses, durante los mismos días en que la noticia estaba siendo divulgada en todos los rincones del planeta, a la par se difundían notas sobre masacres, asesinatos, explosiones terroristas y decenas de actos que narraban la pérdida de vidas humanas en "operativos" mucho menos especializados que el afortunado de Chile.

En estos dos meses en Irak, Afganistán, México, algunos países africanos, Colombia e incluso en colegios y universidades de Estados Unidos, caían muertos 15, 20, 30 y 70 seres humanos, de uno o varios plumazos, con un despliegue periodístico mucho menor al de los mineros. Claro que debe ser más noticia salvar vidas, pero las otras eran también vidas, que, además, se iban. ¿Cuál es la diferencia?

Así ha sido siempre. Muerte y vida danzan a la par, naturales o provocadas de varias maneras y en diversos ritmos. Normalmente el héroe salva vidas y el asesino las extingue, pero la calificación varía: hay asesinos considerados héroes, y salvadores tildados de asesinos, según la ideología, la religión, los intereses, las épocas, la raza y el poder económico o político. Es la relatividad de los valores, por mucho que queramos su absolutismo al menos en los bienes esenciales.

Aunque hay casos de más difícil calificación, ¿cuántos no se alegraron por la reciente muerte o baja u homicidio o exterminio o caída de Jojoy? Es una muestra de esa relatividad, así para muchos sea lo más lógico alegrarse por esa muerte; y a fe que no es fácil sentir tristeza por alguien que hacía daño, mataba y lo quería seguir haciendo. Pero el hecho no es la alegría en sí, que es un sentimiento: fue una muerte como cualquier otra desde un punto de vista objetivo; un hecho con unas causas iniciales, objetivas, subjetivas, personales y sociales, al igual que con unas consecuencias diferentes según cada posición.

Dicen que el rescate de los mineros chilenos costó 22 millones de dólares; nunca demasiado. Y para cientos de masacres y asesinatos bastan una motosierra, una bomba artesanal o una metralleta, mucho más baratas -pero siempre demasiado costosas- que las máquinas perforadoras (de rocas) y la cápsula usada en el desierto de Atacama.

Salvar y matar. Así empatamos, aunque la humanidad permanezca atascada en un fango de apatía e ignorancia sentimental y axiológica. El balance moral y económico se mantiene en punto de equilibrio, afortunadamente dirán los pesimistas, y desafortunadamente diremos los optimistas. "La enferma se encuentra estable".

Y no siempre se mata directamente. Muchos, incluso sin darnos cuenta, matamos en varios momentos, indirectamente o por omisión, a seres humanos o a seres vivos de todas las especies. Matamos la vida, pues lo muerto, claro, no se puede matar, y la vida somos muchos seres en el mundo que llevamos todos la misma característica: estar vivos, sea como sea, con la inteligencia que sea, y en las condiciones que fueren.

Unos matan directamente con armas u otros objetos, otros dan las órdenes, otros permiten o dejan matar, otros no denuncian, y algunos realizamos actos que lenta e imperceptiblemente van causando muertes. Todos matamos de alguna forma, y claro, también salvamos de las mismas y diversas maneras, pero, ¿cuáles son más?, ¿cuál de las dos fuerzas será mayor para que los pueblos y la humanidad al menos sepan cuál será su destino?

¿Ganarán los que salvan vidas e invierten dineros y dan órdenes para ello, como en Chile? ¿O ganarán quienes asesinan, ordenan hacerlo, pagan o se quedan callados cuando pasa? O habrá empate… y así ¿qué objeto tiene esto?

Y en Colombia, mmm…; sé que es una frase quizás exagerada y que puede ser injusta en muchos casos, pero no deja de ser una expresión con mucha verdad histórica y que afirma parte de nuestra naturaleza: Mientras en otros países, como en Chile, los presidentes asisten felices a los desentierros, en Colombia asisten a los entierros. Además, confieso que tuve envidia durante el rescate en Chile: me acordé de Amagá, Antioquia, hace cuatro meses...



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