Embriagados de velocidad

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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



Cuesta reconocerlo, pero la verdad es que los colombianos nos hemos acostumbrado a leer diariamente titulares de prensa que informan acerca de tragedias ocasionadas por personas que conducen en estado de embriaguez.

En realidad (no podemos negarlo), estas noticias ya no causan algún tipo de impacto positivo entre los lectores o en la teleaudiencia nacional.

Por el contrario, las situaciones absurdas en las que desafortunadamente nos involucramos cotidianamente, se convierten en un indicador puntual que explica claramente que las comunidades y la sociedad en general, se sumergen inevitablemente en un estado de postración moral y ético que muestra el no retorno a las buenas costumbres.

En ese estado de corrupción moral en el que se encuentra la sociedad colombiana, los perjudicados directos generalmente, resultan ser personas inocentes que nada tienen que ver con los hábitos inadecuados que optamos por practicar hoy día.

La recreación y la diversión inobjetablemente, son situaciones necesarias para asegurar el bienestar físico y mental del ser humano, sin embargo, los excesos acomodados a procesos recreacionales mal dirigidos resultan ser una arma letal capaz de destruir todo a su paso.

Actualmente, y desde hace ya mucho tiempo, hemos decidido asumir comportamientos equivocados que terminan destruyendo la vida, honra y tranquilidad de los colombianos. Comportamientos inadecuados como mezclar alcohol con velocidad o el uso de las armas, resultan siendo verdaderos cocteles de muerte, violencia y horror que nos conducen inevitablemente a la destrucción.

Las noticias de los últimos días muestran como los accidentes ocasionados (No sé si por imprudencia, ignorancia o descuido) en distintas regiones del país, por personas que conducen alterados por el consumo de alcohol, son una de las fuentes generadoras de muertes de ciudadanos más conocidas en las calles colombianas.

Los fenómenos de accidentalidad generados por causa de eventos como la guerra del centavo, imperfecciones mecánicas, imprudencia de los conductores, intolerancia, falta de señalización y el alto flujo vehicular que anteriormente se ubicaban en los primeros lugares, hoy han sido desbancados por la mezcla explosiva conformada por el consumo de alcohol y la conducción irresponsable.

En esta encrucijada, importante sería preguntarnos: ¿Por qué permitimos que nuestros amados hijos caigan en situaciones tan tristes como estas? y ¿Qué nos motiva a impulsar a quienes amamos, a participar irresponsablemente en este tipo de manías que los destruye junto a una sociedad que fenece aceleradamente por causa de las actuaciones equivocadas de todos?

¿Qué haremos a partir de hoy, o qué cambiaremos para que las nuevas generaciones no destruyan lo poco que le hemos heredado? Realmente no lo sé, pero de lo que estoy seguro es que debemos construir concepciones acertadas y nuevas acerca de la saludable vida en comunidad, porque de lo contrario, como vamos, nuestros hijos terminarán pagando nuestros errores.

Abramos los ojos, nosotros los que ahora tenemos la oportunidad de hacerlo, pues ya destruimos un mundo, y estamos a punto de destruir el mundo de aquellos a quienes amamos. Atentos, porque si no cambiamos terminaremos siendo los perdedores de un juego que deberíamos ganar.



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