Mala fama

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Nuestro amor propio de colombianos sufrió unos reveces recientemente. El primero por cuenta de Medellín, ciudad de mostrar gracias a su transformación, a la cual le fue negada la sede de los Juegos de la Juventud. No sirvió de nada que el Presidente fuera hasta Suiza.

El segundo revés vino por cuenta de una encuesta del Reputation Institute en la cual Colombia es el país con peor reputación en América Latina. Todavía tenemos mala fama en el mundo a pesar del mercadeo país, tipo Colombia es Pasión o su nueva versión. Una mala noticia vale más que mil iniciativas de promoción y publicidad.

Se requiere perseverancia y consistencia sostenidas en el tiempo para ganarse un buen nombre, pero basta un mal paso, para que todo se vaya al traste. Esto sucede no solo con la reputación de las personas sino también con la de las ciudades y países. El asesinato del agente de la DEA en un paseo millonario que terminó siendo de muerte, dio la vuelta al mundo, y borró de tajo el anémico avance que se había logrado con el mercadeo del país.

El tema de seguridad sigue siendo una de nuestras grandes debilidades como nación. No solo es el efecto negativo que tiene en la tranquilidad ciudadana y en la actividad productiva sino también es parte de la imagen país que proyectamos al exterior. Es una realidad que todavía seguimos siendo coca, turismo sexual, violencia y café.

Aunque hemos avanzado muchísimo en el tema de seguridad, y de que hoy Colombia ya no es la nación inviable de hace una década, los avances no han sido suficientemente sólidos para que cambie la percepción del mundo sobre nosotros.

Nos estancamos en la etapa de la calma chicha mantenida con los fusiles. Nos acostumbramos a que nuestra tranquilidad dependa de la presencia policial o del Ejército, a punto tal, que cuando se presentan hechos perturbadores de la tranquilidad, la solución es siempre un aumento del pie de fuerza. Por este camino llegaremos a un punto en el que tendremos un policía por ciudadano. Marcación estricta uno a uno. Esto no es calidad de vida.

Nuestra realidad de tranquilidad ciudadana es ajena y aterradora para los ciudadanos de los países desarrollados, en donde la presencia policial no se siente. La tranquilidad y calidad de vida en el mundo desarrollado están estrechamente ligadas a unos bajos índices de criminalidad, buen nivel de vida, y consenso general entre los ciudadanos sobre cuáles son las reglas de convivencia pacífica.

Si una billetera llena de dinero se cae en una calle en Japón o en Singapur, después de una semana, la encuentra en el mismo lugar y sin que nadie la haya tocado. ¿Cuánto duraría esa misma billetera en alguna ciudad colombiana?

Al ciudadano común de alguno de estos países desarrollados, tanta presencia policial en nuestras calles, tanto Ejército, los intranquiliza. No es raro, que pregunten con cara de preocupación si está sucediendo algo.

Ni hablar en lo referente al consenso generalizado sobre cuáles son las reglas de juego a seguir. Colombiano que se respete, es congresista en ejercicio permanente porque como más explicar que aquí cada cual se inventa y sigue sus propias reglas, generalmente en perjuicio de la convivencia común.

Comienza por las cosas simples, como por ejemplo, parquear el carro sobre un andén, o ser un demente al volante sin importar la vida ajena, o querer que los demás cedan a mis pretensiones y caprichos porque soy yo y mis circunstancias. ¿Para qué queremos juegos olímpicos? Aquí se viola olímpicamente la ley todos los días y por demasiada gente. Una olimpiada de la ilegalidad.

Argentina y Buenos Aires nos llevan ventaja en este aspecto, y esto explica la decisión del Comité Olímpico. Pocos se arriesgan a venir a un país percibido como muy peligroso, a menos que vengan buscando otro tipo de pasión o aventura. Les aseguro que no vienen por el buen café. Todavía la percepción país es que el riesgo es que te puedan matar o secuestrar.

El mercadeo país tiene sentido solo cuando la realidad lo respalda, de otra forma estamos botando la plata. Todavía nos queda mucho trabajo por hacer en el frente de la seguridad.