Ancas de tigre

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Juan Echeverry Nicolella

Juan Echeverry Nicolella

Columna: Purgatorio

e-mail: juanecheverry@hotmail.com

Twitter: @JPEcheverry



El embrollo en el que el Presidente Santos metió al país con los diálogos en La Habana no tiene nombre. Las Farc imponen sus condiciones y el gobierno - por miedo a que se caiga el proceso y con él la reelección- tiene posiciones débiles que terminan por desacreditarlo ante la opinión de los colombianos.

Mientras el gobierno sólo promete que las conversaciones con los delincuentes van por buen camino, los terroristas se han dado el lujo de asegurar - ante las caras impávidas de todo el país - que no pagarán un día de cárcel, que no entregarán las armas y que son mentiras las atrocidades que sabemos que han cometido como las del secuestro.

¿Entonces qué seguimos negociando? En los documentos estratégicos de las Farc nunca se ha encontrado que busquen realmente la paz, pero con ellos se demuestra que nunca han desistido en la búsqueda del poder.

Toda la elocuencia que usan en la mesa de Cuba para describir la paz no es más que una fachada para ocultar el trasfondo que vincula a las dos partes: el poder, a unos para conseguirlo y a otros para reelegirse. Las de La Habana no son negociaciones de paz sino unas de poder.

El gobierno y los terroristas están decididos a seguir con la farsa, parece ser lo único que los mantiene vivos. Y todo el aparato del Estado les hace eco: la decisión del Consejo de Estado que revive la personería jurídica de la UP es una muestra de ello.

Los únicos resultados que pueden salir de ese proceso entonces son el poder para los que hoy nos gobiernan, el poder para los que hoy nos asesinan, secuestran y extorsionan, o lo que sería peor, el poder para ambos amangualados y compartiendo el botín de nuestra institucionalidad. Festejaríamos al mismo tiempo el fin de la democracia y el inicio del castromadurismo en Colombia. Lo que no sólo no acabará con ningún tipo de violencia en el país, sino que la reciclará para que sea la herencia de nuestros nietos.

Por eso los que se consagran a salvar las actuales conversaciones de "paz" acaban ofreciéndole sus servicios como sepultureros a la verdadera paz estable.

La única salida del proceso que honre a los colombianos es su terminación, la defensa de nuestras instituciones y el rechazo contundente a las formas violentas para hacer política.

Quien tiene hoy las mayores posibilidades de perder es el gobierno. Los colombianos, cansados de tantas mentiras, dejan de creer muy rápidamente en el proceso. Posiblemente aunque mucho le entregue el Presidente a los delincuentes con quienes dialoga, tendrá difícil la tarea de reelegirse. Por abrirle los brazos a los diálogos, Santos terminó abriéndole las piernas a las Farc.

Y se olvidó del peligro de negociar con quienes no dicen de frente qué es lo que están negociando. Quedó en el olvido la enseñanza de John F. Kennedy para la historia: "Quien negocia con un comunista es como quien intenta cabalgar en las ancas de un tigre, termina en sus fauces".