Entre tantos comentarios ocasionados por los diálogos de La Habana, se ha vuelto común hablar de paso y con cierta ligereza sobre la cantidad de años que ha durado la guerra en Colombia. Algunos hablan de 50 años, otros de 60, en fin. No deja de ser importante conocer la realidad clara del tiempo de esta guerra, pues sin duda es una característica que nos debe poner a pensar mucho.
Pienso que no hay tal, y que precisamente en esa frase, "frente de guerra", está el punto clave para poder cuantificar la duración de la guerra en nuestro país.
Es que si vamos muy atrás, Colombia ha sido una sola guerra permanente con algunos períodos de relativa calma y otros de intensidad. La Conquista fue una guerra entre españoles e indígenas, la Colonia fue un sometimiento violento y además estuvo plagada de levantamientos de todo tipo como el de los comuneros y otros movimientos que se oponían al abusivo dominio español por diversas causas. Todos fueron conflictos que desembocaron en la Independencia, otro frente de guerra cruenta.
Luego de la Independencia estrenamos las guerras entre nosotros mismos, guerras internas movidas por cientos de motivos, hijas de un Estado que nunca ha alcanzado para todos ni se ha desplegado en la totalidad de nuestro territorio. Es la misma guerra que aún persiste, uno de cuyos frentes más largos y crueles queremos terminar con los diálogos de La Habana.
Nuestras "guerras" más sonadas, incluyendo otras que han aparecido como afluentes, como derivadas o como paralelas, han estado y están ligadas entre sí por un vínculo de causalidad o de retroalimentación que obliga a pensar precisamente en una unidad de guerra.
El resumen es que Colombia ha sido una sola guerra desde hace más de 500 años. Una sola guerra con diversos actores, ejércitos, uniformes, intereses, estrategias, formas, objetivos, medios, alias, generales, oficiales y regiones.
¿Qué más da?: Oro, esmeraldas, tesoros, dignidad, esclavitud, impuestos, alcabalas, soberanía, concepciones del estado, poder, partidos políticos, tierra, pobreza, inequidad, droga, en fin, cientos de motivos reales o disfrazados que nos han mantenido matándonos entre nosotros.
Entonces ahí está el problema: Intereses contrarios siempre se han presentado, se presentan y se presentarán. Pero una cosa son esos motivos (que además no son exclusivos de Colombia ni de los últimos siglos) y otra la forma de dirimir los conflictos que ocasionan. En Colombia escogimos la violencia y la guerra para ello: exterminar al que no quiere lo que yo quiero, al que piensa distinto a mí o al que tiene lo que yo deseo. Simple y bárbaro.
Incluso, esa guerra de Colombia no está aislada de la también única guerra que se ha librado en el mundo desde que empezamos a ser humanos (los animales no hacen guerras…). La guerra es la misma guerra en todos los tiempos y lugares del mundo, solo que la guerra muta, se traslada, se desnuda, se disfraza, muda de vestiduras, se maquilla, cambia de nombres.
Investigar cuánto ha durado una u otra guerra, no solo en el mundo sino en Colombia, no pasa de ser un ejercicio académico para distinguir capítulos de la historia.
La historia de Colombia es la historia de una guerra. ¡Ay Belicolombia!