Corsarios de estado

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Escrito por:

Fuad Chacón Tapias

Fuad Chacón Tapias

Columna: Opinión

e-mail: fuad.chacon@hotmail.com



Gran parte de la fascinante historia de Colombia fue escrita en el mar, durante aquellas épocas febriles cuando grandes empresas náuticas zarparon por las aguas cristalinas del Caribe, cargando mercancías y mercaderes en incesantes viajes de doble vía.

Pero también de mitos se forja una nación y es así como nunca faltarán los relatos milenarios, tan reales que hasta suenan ficticios, de grandes combates surgidos entre los destacamentos de piratas y corsarios contra la armada patria de ese entonces.

De vendetta en vendetta, nuestro territorio costero se fue llenando de navíos fantasmas que con cada nueva bala de cañón que los perforaba se iban sumergiendo para siempre jamás hasta el fondo de nuestra memoria histórica.

Nuestra doble salida oceánica no ha sido ajena a la desdicha colonial que muchas embarcaciones padecieron durante los años trémulos del comercio naval, es así como contamos con una posición privilegiada que nos hace poseedores de un gran cementerio de galeones que yacen en las profundidades de nuestra geografía.

Una cosecha de tumbas submarinas con un gran capital de explotación con el empujón apropiado. Por esta concepción, el Gobierno ha lanzado una iniciativa en el Congreso que le permitiría contratar empresas privadas para rescatar barcos que hayan naufragado, disponiendo del contenido y la carga bajo el mezquino concepto de "repetición".

Una idea abiertamente inconstitucional que arrebataría el patrimonio subacuático de Colombia y permitiría a multinacionales cazadoras de tesoros requisar grandes porciones de nuestras aguas para dar con el paradero de las 1.100 naves que se estiman allí extraviadas. No pueden permitir los legisladores del Capitolio Nacional que tantas hazañas y epopeyas épicas que dieron vida a la riqueza inmaterial de nuestra costa se vean repartidan a manos llenas entre avaros y ambiciosos saqueadores modernos.

Sin importar que sean una fuente muy atractiva de dividendos o que tengan incontables baúles con cientos de doblones dorados en sus entrañas, los retorcidos rezagos de madera y metal que descansan el sueño de los justos en lo más hondo del mar Caribe deben conservarse tan vírgenes e imperturbables como permanecen hasta ahora y preservarse in situ, tal y como decidieron hacerlo con otro coloso del Atlántico como lo fue el Titanic.

El mismísimo Florentino Ariza, en el Amor en los Tiempos del Cólera, añoró alguna vez encontrar el galeón San José para regalárselo a Fermina Daza y demostrarle todo su amor con él. Los misterios que encierra el Caribe son la razón por la que muchas historias han sido contadas y muchas faltan por contar. Es por ello que debemos soltar las anclas de esta ley y cerrarle el paso en seco a los corsarios de Estado que van tras ellos.

Obiter Dictum: Los resultados arrojados por la investigación de la Superintendencia de Industria y Comercio que descubrieron el juego sucio empleado por Claro para maquillar los indicadores de la Portabilidad Numérica son un perverso ejemplo de que estamos ante una compañía con nulos escrúpulos. Esperemos que no le tiemble el pulso al Superintendente a la hora de multar al hombre más rico del mundo.