La cultural, a escala internacional

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Escrito por:

Franco Nazatte Martínez

Franco Nazatte Martínez

Columna: Comercio Exterior

e-mail: frana.mar@hotmail.com



La industria cultural se define como una excelente productora, reproductora que comercializa bienes y servicios culturales a escala internacional con criterios económicos y al mismo tiempo cumple un papel importante en la sociedad, como la radio, la televisión, el cine, la industria musical, la publicidad, los libros y los periódicos, por cuanto en estos aspectos se enlaza la economía comercial y el socio-cultural.

Debido a la poca importancia que se le da a la cultura en el entorno político latinoamericano, los países desarrollados son los que han trazado hasta ahora los límites jurídicos para proteger sus iniciativas y actividades artísticas.

El debate en el campo de la cultura se debe centrar en la preferencia que se debe dar a dicha cultura como elemento de la identidad nacional frente a la actividad económica y comercial.

En los países desarrollados como la Unión Europea (UE) y Canadá se han interesado por conservar la libertad para salvaguardar medidas que protejan su identidad cultural, posición que diferencia con la de Estados Unidos y la de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Para estos últimos, la defensa de la cultura no es un argumento válido para transgredir los principios y las reglas de libre comercio que se han establecido en los acuerdos de la OMC.

En los casos de los tratados de libre comercio como, la Comunidad Andina de Naciones (CAN y el Mercado Común del Sur (Mercosur), el tema de la cultura se considera esencial par sus procesos de integración, la misma línea de la Unión Europea y Canadá, pues, es un vehículo para reforzar la identidad regional y alcanzar el objetivo de la integración en los países de América Latina.

Ahora bien, desde el punto de vista tecnológico no somos competitivos para producir y reproducir muchos bienes provenientes de la industria cultural. Por lo tanto, el Gobierno de Colombia debe realizar grandes inversiones en tecnología con el propósito de fortalecer la mencionada industria, y se pueda aprovechar eficazmente como la tradición, el lenguaje, la idiosincrasia y los valores, además esta tenga un importante impacto en el comercio, la generación de empleo y sea una historia de grandes beneficios para nuestro país.

En el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos, se hizo una reserva cultural la cual preserva la discrecionalidad del Estado para desarrollar políticas de apoyo al sector cultural.

Lo anterior significa, que las políticas actuales de fomento a la cultura (incentivos fiscales, préstamos respaldados por el Gobierno, patrimonios autónomos) y otra que se diseñan a futuro se puedan seguir aplicando.

Con esta reserva el Gobierno puede continuar el apoyo a las artesanías, mantener la cuota para la publicidad y seguir protegiendo el patrimonio cultural inmaterial (eventos y festividades tradicionales).

La industria de la cultura es imprescindible porque anualmente mueve $1.5 billones en Colombia, una suma equivalente a dos puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB). Las industrias culturales masivas como la televisión y la radio son las que más recursos mueven como consecuencia del tamaño de su mercado.

En el marco de los tratados de libre comercio la industria cultural es en principio un bien público, pues proporcionan a la comunidad grandes beneficios que se esparcen sin discriminación. Estos beneficios puedes ser culturales, sociales o económicos; los cuales, dan sentido de identidad e influencia en los valores sociales.

Las manifestaciones de la cultura pueden ser disfrutadas por muchos usuarios al mismo tiempo sin afectar su consumo. Pueden ser empleadas por sus competidores, que las pueden utilizar libremente para crear nuevos productos sin afectar la importancia del valor de estas industrias.

Por último, las leyes nacionales e internacionales deben analizar la eficiencia productiva y equitativa para disponer de productos culturales, económicamente eficientes, durante un ciclo razonable de tiempo, sin deterioro económico del consumidor.



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