Caín, el hijo bobo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Santos no acaba de decidirse, fiel a lo suyo, la infidelidad. Fiel, no a sí mismo, sino a lo que -en un momento dado- cree que le conviene. No es igual lo uno que lo otro (y la gente lo sabe, lo sabe…).

Por eso no ha podido deshacerse todavía del paraco expresidente, como lo deseamos, y por eso mismo no ha logrado convencer electoralmente al colombiano indeciso, pues es claro que al hombre le tiembla la mano cuando la presión lo acosa. Así, el presidente ha entendido la política como un juego de compensaciones asistemáticas: "doy por aquí, doy por allá, y todos felices". Pero el asunto no es tan simple; nada que lo comprende, mal que nos pese a todos los que, buscando el mal menor, lo queremos ver gobernando.

Esto, a cuenta de la última movida internacional santista, que busca perpetuar a Colombia como un bananerísimo campamento de chafarotes yanquis, que es la traducción limpia del tal acuerdo de cooperación militar con la Otán, de lo cual se ha atrevido a afirmar el jefe de Estado que se trata de la antesala del ingreso de la marginal Colombia a ese club de ricos del norte global. Qué vergüenza, qué mentirota: ¡qué coraje tiene para engañar!

Si de lo que se trata es de insertar al país, poco a poco, en el orden económico mundial, mal podría oponerme a ese tipo de decisiones, porque, ¿quién podría hacerlo razonadamente hoy? Incluso cuando ello implica, efectivamente, la celebración alegrona de tratados de libre comercio, y de inversión, con cuanto "cliente" se ofrece por ahí, la realidad ordena que en este momento haya que avivarse y arrebatar el liderazgo que Colombia, aún funcionando a media máquina, está destinada a ostentar en Latinoamérica. Pero, qué digo, ¿cuál liderazgo?: ¿será que a este país lo respetarán en la región si vuelve a las andadas de ser "la incondicional" de los gringos? Claro que no.

Eso, hasta el más bruto de los uribistas -caracterizados vende-patria-, en el fondo, lo sabe. Por lo demás, me niego a creer que la actitud de Santos responda a una suerte de retaliación despechada contra el gobierno bolivariano de Maduro en Venezuela, por lo de Capriles; si así fuere, habría que empezar a pensar entonces que es verdad lo de la conspiración de Bogotá. Y comprobado eso, sería el acabose para Santos y su reelección.

En 1982 el gobierno del infame Turbay decidió no apoyar a Argentina en su guerra justa contra los ingleses, invasores de las islas Malvinas. En ese momento se conoció orbitalmente a Colombia como "El Caín de Suramérica", pues hasta en Europa andaban desconcertados con la pusilanimidad nuestra, buenos traidores, reverentes ante el poderío de la Thatcher y de su amigo Reagan. Por lo visto, actualmente seguimos siendo no más que un insignificante Caín, un infiltrado, un Caballo de Troya para que Obama lo rellene con su metralla terrorista anti-bolivariana.

El agravante está en la evidencia de que hemos decidido volver a depender abiertamente de los amigazos del norte para "progresar", pues, como lo admitió en clave la secretaria de Estado adjunta Jacobson, si queremos beneficios económicos derivados de la buena relación con su país, nos aguantamos las bases que se vienen, y se acabó. Al fin y al cabo, al hijo bobo, aunque sea Caín, hay que protegerlo. Santos, obediente, entendámoslo al pobrecito, no tiene más opción: lo de ser estadista no es una opción para él. Si no fuera porque el otro -y sus apéndices- es peor…