La vara del gallinero

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Francisco Galvis Ramos

Francisco Galvis Ramos

Columna: Contrapunto

e-mail: contrapunto@une.net.co



Antes de la Carrera Judicial, quizás peor el remedio que la enfermedad, los jueces y magistrados eran elegidos para períodos fijos y a dedo. Parecido a como hoy se accede a las altas corporaciones judiciales, previas las atenciones de rigor.

Por aquella época le pregunté al abogado Sendoya, ex juez del Circuito de Fresno, cómo funcionaba el besamanos en aquel Distrito Judicial, y me contestó: -vea doctor, los honorables magistrados del Tribunal de Ibagué no prevarican, pero piqueteaaan!

Las épocas cambian. Las modas se refinan y ya no será el humilde piquete en una fonda caminera cualquiera. Los paladares evolucionan al paso de los descubrimientos gastronómicos. Otras son las ofertas de los tiempos nuevos.

Se pasa del cabrito, el tamal, la morcilla, la longaniza y la lechona, al caviar, la cola de langosta, las muelas de cangrejo, el róbalo a la bella mujer, el amarillo al monseñor; del aguardiente, la amarga, el guarapo de tapetusa, el ron y el chirinche, al cogñac, el buen vino, el vodka, la ginebra con tónica y al añejo treinta años sin mezclador, tanto mejor si apurados al lomo de un crucero mecido al vaivén del calmo oleaje de las multicolores aguas caribeñas.

La ley es lo que la ley dice, y no lo que le venga en gana a la oronda presidenta de la Corte Suprema de Justicia para justificar la escandalosa conducta, de irse de paseo bajo uso de permiso remunerado con los otros renacuajos paseadores: las muníficas magistradas y el aspirante a la Sala Civil.

Baste recordarle a la cuadrilla de veraneantes, que el motivo de todo permiso remunerado debe ser justificado, tal como lo advierten la Ley Estatutaria y el sentido común a las personas de cinco dedos de frente.

Repugnante el rabuleo de la señora presidenta, enredada en explicaciones no pedidas. O, es que alguien le preguntó por quién le pagó la excursión, o si la ley dice lo que a ella le quede, dando pié a la formulación de una hipótesis: de si aquello fue una atención resultado de una 'vaca' subalterna.

El tema es que los "motivos personales" no son dilucidación de recibo, ni ante la ley, ni para el público de mente cuerda, ofendidos con la ramplona ocurrencia.

Como bien lo anotó en Twitter Jorge Figueroa Clausen, a los ciento cuatro sábados y domingos, quince días de vacaciones, dieciocho feriados y otros cinco días de vacancia en Semana Santa, los señores magistrados le suelen agregar cinco días de permiso remunerado que, en doce meses, dan sesenta jornadas adicionales, para un total al año de doscientos dos, 202, días de vagancia pagada, sin computar las comisiones de servicio, que no faltan, lo que es tanto como decir que un poco más del 55 % de la anualidad se les va en hacer nada distinto a devengar.

Entonces no se crea mucho en que la congestión y la mora judicial residan meramente en una desbordada demanda de justicia y a la insuficiencia de operadores judiciales.

Esa será una verdad muy a medias, parecida a buscar la fiebre entre las sábanas. No, a la crisis judicial y los padecimientos de los demandantes de justicia pronta y cumplida, contribuye en alto grado esa 'cultura' relajada de trabajar menos y percibir lo mismo, en condiciones de afrentosa excepción frente a la montonera proletaria.

Y aquí no va a pasar nada, salvo que los malos ejemplos seguirán corroyendo la moral social y la ética pública.

Tiro al aire: señora magistrada presidenta: lindo su parque Gallineral, pero no confunda la ley con la vara del gallinero.