Entre la indignidad y la intolerancia aparece la incultura

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



"La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad" (Epicteto de Frigia, Filósofo grecolatino).

Como en el famoso bolero de los años cincuenta, se está pasando el tiempo, pensando, pensando, y mientras tanto las faenas políticas en el país se contorsionan al vaivén de las necesidades, no del país, ni más faltaba, sino de las elucubraciones acomodadas que trasegan por las cabezas de los epónimos padres de la patria quienes creen y así lo predican, que el país solamente podrá salvarse con su ayuda desinteresada porque no hay nadie diferente a ellos para enfrentar los avatares de la realidad, con el convencimiento de que, en ocasiones, rumian sus estupideces hasta creerse el cuento de su actitud mesiánica, la misma que se encargan de hacer proliferar sus áulicos por todos los rincones de la geografía nacional, obviamente contando con la resonancia que algunos medios de comunicación hacen de sus planteamientos.

Si embargo, es menester retroceder un poco a épocas recientes cuando el país se vio obligado a aceptar y encubrir la reelección de alguien que se acomodó de tal manera que hizo creer a todos que sin él el país colapsaría y sería la hecatombe, al punto que todos, sin excepción, se prestaron para cohonestar con una aberrante posición de encumbramiento político sobre la cual la democracia, débil y cleptócrata, fue convertida en una colcha de retazos y la constitución, -nueva y sin desprenderse del cordón umbilical político-, fue despedazada a tal punto que a nadie pareció dolerle esa torcida de pescuezo y como borregos medrosos alcahuetearon esa situación que sólo sirvió para que unos creyeran que la patria era su gallinero y nadie podía atreverse a contrariarlos, por cuanto eso sería una actitud sacrílega que sería castigada por la justicia divina, entendiendo por divina a toda esa caterva de rufianes de cuello blanco y corbata que, cual corsario del Medioevo, saquearon las arcas del erario y repartieron el botín entre su cofradía y hoy, cuando se conocen sus porquerías, recurren y apelan a cuanta vagabundería pueden hallar para explicar y justificar lo injustificable y, como en el cuento de la zorra, como no están verdes, sencillamente catapultan esas verdades a baladíes mentiras que el tiempo se ha ido encargando de enrostrar, dejándolos como vulgares sabandijas mentirosas.

Al unísono se observa que el pueblo no sigue tragando entero y sin masticar, aunque infortunadamente continúan apareciendo y existiendo los ventrílocuos de los medios de comunicación que siguen haciéndoles el juego como idiotas útiles y se vanaglorian de hacerlo aparecer como algo novedoso y tecnológico y sencillamente están ayudando a degradar cada vez más el mancillar una dignidad presidencial que ha sido vapuleada y pisoteada por parte de quien al ostentarla pareciera querer mostrar que para él no hay nada que se lo impida y se despacha a cada rato contra quien rige los destinos de la patria, el mismo que pareciera, -al igual que él-, también tener una encrucijada en el alma que le impide tener los pantalones bien amarrados y decir de una vez por todas si quiere o no postularse a la reelección y, deshojando la margarita, juega al imberbe e ingenuo político, ignorando que esa dualista o ambigua posición le hace bastante daño a la posición y desde allí repican quienes hoy desde la otra orilla y rumiando la orfandad del poder, critican todo y mostrándose no como la oposición sino como el envidioso vulgar e inculto que quisiera arrebatarle al otro lo que él tuvo en el pasado y siente que le hace falta para seguir haciendo todas esas porquerías que todo el país conoce y tiene presente.

Pero bueno, demostrado está que las dignidades no se buscan sino que se merecen y algunos, -poquísimos-, en medio de sus tribulaciones infantiles piensan que con su actitud pendenciara y buscapleitos podrán recomponer el camino y volver a reclutar a quienes los lleven de nuevo al poder y con el paso del tiempo, ese inexorable e implacable juez, se irán dando cuenta que de entre ellos, esos que dicen querer al país, no sale un demócrata y sencillamente buscan acomodarse nuevamente para seguir desangrando al país con la vida que han llevado y disfrutado.

La lógica dice que la dignidad en el cargo no puede reportarle la misma calidad a quien lo ejerza sino, por el contrario, es el hombre quien debe darle dignidad al cargo, por muy humilde que sea, y ojalá todos los políticos, gobernantes y opositores, entiendan de una vez por todas que una democracia se cimenta no en la cantidad de votos con los que se gana sino en el respeto y tolerancia hacia nuestros contrincantes, por cuanto se puede estar de acuerdo o no con el opositor, pero debe propenderse porque este, el opositor o contrario, tenga derecho a plantear sus inquietudes a favor del pueblo y no buscando sus beneficios burocráticos.