El poder de querer

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Mi interés surgió porque mi hija de seis años por varios días venía mostrándome como estaba aprendiendo lenguaje para sordos, y hablándome de Helen Keller y de Anne Sullivan. Un día me sorprendió diciendo con sus manos su nombre.

El asunto hubiera caído en el olvido de no ser porque estando los dos viendo televisión dieron un programa sobre Helen Keller. Confieso mi ignorancia, no tenía la menor idea sobre su existencia ni sobre sus logros.

La vida de Helen Keller es uno de esos ejemplos de superación personal que nos llevan a concluir que la única verdadera limitación que tenemos los seres humanos es la falta de voluntad, de querer y de disciplina.

Todos los seres humanos tenemos la posibilidad de alcanzar la excelencia en alguna dimensión de nuestra vida, pero esto no es gratuito, cuesta y cuesta mucho. Al Padre Redín, capellán de la Javeriana en mis años universitarios, le escuché decir que no creía en grandes inteligencias sino en grandes voluntades. Esto parece ser que lo sabían muchos hombres considerados genios en sus respectivos campos cuando decían, palabras más palabras menos, que la genialidad era 1 por ciento inspiración y 99 por ciento transpiración.

La diferencia entre estos genios y Helen Keller es que la mayoría de ellos no tenían serias limitaciones físicas, mientras que Helen se había quedado ciega y sorda a los 19 meses de nacida. Creo que podemos imaginarnos lo que esto significa. Es como estar herméticamente aislado del mundo y con una imposibilidad de relacionarnos y entender nuestro entorno.

Afortunadamente apareció en la vida de Helen, Anne Sullivan, quien por medio del tacto comenzó a enseñarle el nombre de las cosas. Dice la historia que mientras le dejaba correr el agua sobre la mano, escribía la palabra agua con signos en la palma de la mano hasta que Helen entendió que ese era el nombre de eso que le corría por la mano.

Helen Keller no solo aprendió a leer y a escribir sino que aprendió a hablar hasta llegar a convertirse en una autora y conferencista famosa. Fue la primera ciega en obtener un grado universitario, y también fue conocida por sus posiciones radicales de izquierda.

Un columnista de la época que la había elogiado mucho, cuando se enteró de sus posiciones políticas, la atacó diciendo que estos errores de pensamiento habían sido causados por las obvias limitaciones físicas, las cuales habían afectado gravemente su desarrollo intelectual. A lo que ella respondió magistralmente acusando al periódico del columnista de ser socialmente ciego y sordo y de defender un sistema intolerable. A veces esta acusación resuena en nuestras latitudes con una actualidad pasmosa.

¿Tenía Helen talento? Indudablemente. Así lo evidencian doce libros publicados y una vida dedicada al activismo político, luchando sobre todo por las causas de los que sufren limitaciones. Para poder disfrutar de un excelente vino, hay que tener un descorchador, y Anne Sullivan fue para Hellen ese descorchador que le permitió alcanzar su pleno potencial humano.

En conclusión, podemos hacer de una limitación nuestro peor enemigo o nuestro mejor aliado. Será lo primero si dejamos que nos abrume y nos haga caer en el abismo de la autocompasión; o será lo segundo, si nos sirve como aliciente para fortalecer la voluntad, para hacernos más fuertes y para seguir luchando aun con más tesón para alcanzar todo nuestro potencial.

Estas historias reales que nos inspiran, nos llevan a cuestionarnos sobre cuáles son nuestras verdaderas limitaciones. ¿Tiene alguien que pedir dinero en una esquina porque le falta un brazo o una pierna o ambas o todas? Definitivamente no. El camino de la autocompasión es una elección libre y no una condena impuesta por las circunstancias.

Conozco el caso de una indígena que aunque no tenía brazos, tejía con la boca y los pies, y esto le permitía vender sus productos y ganarse dignamente la vida. Tantas historias que podríamos compartir para animarnos a comenzar por querer. Si bien es muy cierto que querer es poder, es igual de cierto y más importante, tener el poder de querer.